Por Adrián Zacapa Venegas

En los últimos cinco años el cine de vampiros se ha revitalizado y ha tomado rumbos inesperados: ahora tenemos vampiros virginales con piel brillante (saga Crepúsculo), vampiros hipersexuales que beben sangre artificial embotellada (True Blood), vampiros católicos surcoreanos (Sed de Sangre), vampiros existencialistas escandinavos (Déjame Entrar) entre otros.

Los casos anteriores dejan una cosa clara: para captar nuestra atención y entretenernos una película de vampiros ya no puede ser solamente una película de vampiros. Jim Mickle, el director y guionista de esta cinta, lo sabe y nos presenta una variedad de vampiros mezclados con zombies que tienen características de ambas especies: no pueden recibir la luz del día y mueren con una estaca, tampoco son muy inteligentes y su condición se contagia a través de una mordida. El marco de la historia es una visión postapocalípitca del mundo en el que la epidemia de los vampiros-zombies ha terminado con la población de las grandes ciudades.

La trama la conocemos: dos personas, en este caso un adolescente y un cazador de vampiros, buscan escapar de la invasión y para lograrlo tendrán que luchar por su supervivencia, usar la violencia sin pensarlo dos veces y desconfiar de todas las personas que se encuentren de camino al ‘Nuevo Edén’: el único lugar donde todavía existe la sociedad y las reglas de la civilización se obedecen.

La cinta no explica como empezó la epidemia. Ni cómo es que Mister, el cazador de vampiros, se entera de la existencia del ‘Nuevo Edén’. Aunque, en realidad, detalles de ese tipo no importan demasiado. Los fanáticos del género vampírico-zombie-fin-del-mundo estarán satisfechos con el body count, la sangre, las secuencias de suspenso y la violencia que estamos acostumbrados a ver en películas de este tipo.

Sin embargo, Tierra de Vampiros es demasiada ambiciosa. En su intento por ofrecernos un acercamiento distinto al género, termina por abrumarnos: incluye ritos de iniciación, sectas religiosas, utopías humanistas, el fin de la civilización, entre otros ‘trucos’ que emplea para sorprender al público de manera continua con el objetivo de impedir que el ritmo de la cinta desacelere.

Sin lugar a dudas, ese es su mejor atributo: desde el primer momento y hasta el final de la cinta el espectador no tiene oportunidad de aburrirse. Algo que tanto los entusiastas del género como los escépticos, agradecerán.