Antiguamente los directores de cine se formaban como asistentes en los grandes estudios. Más tarde se hicieron críticos de cine y estudiaron en la universidad. Pero los más recientes son “geeks” que siguen el camino de Quentin Jerome Tarantino: se quedan en sus habitaciones, leen comics y ven series de televisión y películas viejas en blanco y negro.

Tarantino fue el primer director que antes que nada fue un fan de las películas. Corría tras sus ídolos como Joe Dante o Brian de Palma con el pretexto de entrevistarlos, y trabajaba en una tienda llamada “Video Archive”, en Manhattan Beach, al sur de California. La leyenda cuenta que pasó de recomendar películas de culto a volverse él mismo un director de culto. La historia de Cenicienta, sólo que con un video de Roger Corman en la mano en lugar de la zapatilla de cristal.

El personaje de Quentin Tarantino podría haber salido de algún programa de TV. Toda su cultura se formó viendo la tele, al grado de que su propio nombre de pila está sacado de la serie Gunsmoke, por el personaje interpretado por Burt Reynolds llamado Quint, aunque también hay un Quentin literario: el narrador en la novela El sonido y la furia, de William Faulkner.

Hizo su carrera mezclando referencias al cine de culto, la cultura pop y las diversiones baratas. Él mismo se convirtió en un personaje de este mundo, en películas propias y de otros directores, donde se ha interpretado a sí mismo como un irritante “nerd” fuera de lugar en el mundo de criminales duros.

Siempre fue un nerd

En su adolescencia, Tarantino estuvo igualmente fuera de lugar entre los tipos duros de la escuela, y después los de Hollywood. Hijo de madre separada y sobreprotectora, de sangre cherokee, irlandesa y alemana; nieto de italianos por parte de su padre, pésimo alumno de una escuela católica y niño solitario que se hizo experto en todo lo que pasara por la tele. No se conoce la relación de Quentin con su padre, aunque éste presume de su carrera cinematográfica en su propia página web, clic aquí.

Por cierto, Quentin tuvo su propia carrera criminal: A los 15 años fue arrestado por intentar robar un libro de Elmore Leonard en un K-Mart.

Su primera película favorita fue Abott y Costello contra Frankenstein (48), que vio en la tele al igual que la serie de cintas de monstruos clásicos de la Universal de los años 30. De allí su gusto por los cruces genéricos, a partir de aquella mezcla entre el cine de horror con la comedia ingenua de los cómicos americanos de los años 50.

Cuando presentó Django sin cadenas (2012), él mismo reconoció que su primer asomo al estilo cinematográfico lo tuvo con Black Sabbath (63), de Mario Bava, también vista en la televisión. Allí comprendió que no sólo había películas buenas o malas sino que cada director establecía su sello personal que se podía reconocer en recursos como las tomas o los movimientos de cámara. Decidió crear su propio estilo, aquél que todo el mundo conoce hoy como “tarantinesco”.

Sus inicios

Trabajó como asistente en una serie de infomerciales de ejercicios para hacer músculo realizados por el sueco Dolph Lundgren (el rival de Rocky IV). Su primera película como aficionado se llamó Love birds in bondage (83), sobre un hombre que se hace pasar por loco para entrar a un asilo mental donde está internada la mujer que ama. La película se perdió, aunque se conservan fragmentos de su segundo experimento, My best friend’s birthday (87), que se pueden ver en YouTube. Ahí están los diálogos largos y delirantes, referencias a la cultura popular televisiva y una crisis de él mismo por consumo de drogas duras, algo que se volvería a ver en Pulp Fiction (94) en el personaje de Mia Wallace.

No fue a la universidad. Su única instrucción formal fueron algunas clases de actuación y el haber sido admitido en el taller de guionismo de Terry Gilliam (12 monos, 95) en el Sundance Institute, la academia de independientes creada por Robert Redford. Allí preparó el guión de Perros de Reserva y afinó su propia manera de ver las cosas.

Escribió Perros de Reserva (93) con la intención de filmarla por su cuenta con sus amigos, pero tuvo la suerte de que un productor se interesara y le gustara a Harvey Keitel, quien convocó a su primer elenco de alto nivel, los actores más feos, extravagantes y rebeldes de Hollywood, para contar la historia de una banda de asaltantes tras haber cometido un robo.

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Perros de Reserva

Sólo después de haberse revelado como realizador personalísimo, le compraron sus guiones: True Romance (Tony Scott, 93) era la historia más convencional del cine criminal: una pareja de enamorados se roba el botín de los pandilleros. Después colocó Natural Born Killers (Oliver Stone, 94), otra pareja de enamorados, convertidos en estrellas de la televisión como asesinos seriales.

El triunfo

La consagración llegaría con Pulp Fiction (94), que le valió la Palma de Oro del Festival de Cannes y premios por guión en el Oscar, Globo de Oro y Bafta. Una película que lleva al extremo lo que otros directores hacían marginalmente y sólo como un chiste: la parodia, la copia, la cita, el saqueo de toda la cultura fílmica. Una película interminable que gira sobre sí misma, violenta, sexy, emocionante, popular y culta.

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Tarantino

Después Tarantino bajó los decibeles, se dedicó a disfrutar de las mieles del éxito, trabajó en proyectos de transición y volvió al largometraje con Jacky Brown (97), un homenaje al “blaxplotaition”, el cine violento de héroes negros, basado en una novela de Elmore Leonard con un ritmo más pausado que sus antecesoras.

Pero si alguien creyó que se había vuelto convencional, ahí llegaron las dos partes de Kill Bill (2003 y 2004), lo más violento y bizarro en un homenaje a las artes marciales, a Bruce Lee, Kung Fu y el spaghetti western, con Uma Thurman como la heroína. La parte III se prepara para este 2014.

Pasó a Death proof (2007), una película de chicas perseguidas por un maníaco, con un estilo años 70 en la que él mismo fue director de fotografía, presentada en una ficticia “función doble” junto a la no menos bizarra Planet terror (2007) de Robert Rodríguez. Le siguió una producción en grande ambientada en la segunda Guerra Mundial, en torno a una banda de soldados vengadores, dedicados a matar nazis en Bastardos sin gloria (2009).

Pero si estas dos pueden ser consideradas irregulares, todo su poder se reeditó con Django sin cadenas(2012), su personal homenaje al “spaghetti western” con baño de sangre final incluido y, como siempre, cargado de referencias a las películas de su devoción.

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Tarantino

En un suceso típicamente tarantinesco, el sitio de chismes Gawker publicó una versión del guión firmado por él que supuestamente sería filmado este mismo año. Se trata de The hateful eight (Los 8 odiosos), una historia de vaqueros cazarrecompensas que rinde homenaje a Los 7 magníficos (60), cuya filmación quedó en duda después del episodio.

¿Y a ustedes, qué les parece Tarantino?