Por Alejandro Fuentes

Nada nuevo bajo el Sol; eso sí, los matices son distintos. La llegada de Star Wars a la ola 3Dtiene la tesitura de esas reuniones en donde todo mundo sabe qué va a suceder, a pesar de que el anfitrión promete una sorpresa especial. La sorpresa, evidentemente, no es tan especial y la sensación es que George Lucas nos queda a deber un poco, sobre todo porque se trata de la menos ambiciosa de las películas que son parte de la serie.

Quizá la decisión de llevar esta película a este formato tiene mayores dosis de maquiavelismo de lo que uno pudiera suponer originalmente. Cuando La amenaza fantasmallegó al cine por primera vez, en 1999, hubo varias críticas, pues se dijo entonces que se trataba de la más infantil llevada hasta el momento a la pantalla. A cambio, lo que se logró en aquel momento fue una renovación y ampliación de los fans de la saga más exitosa de la historia del cine. Ésta no podría ni tendría que ser distinta, por lo que los nuevos efectos buscan a esos jóvenes que no están habituados a la mitología geek por excelencia.

Ya en la película, lo que sabemos: se trata de una historia que comienza muy bien y se vuelve un tanto sosa de la mitad en adelante, y este sentimiento es inevitable por la ineludible comparación con las películas que cronológicamente la antecedieron. Y la mala: no hay mucho qué presumir en la tecnología 3D y por momentos algunas imágenes se ven un tanto difusas. Los personajes son tan familiares que llega un momento en donde uno se pregunta qué hace en una sala donde la gran diferencia es que se paga más.

Los fans de la saga con hijos verán en ésta una oportunidad de hacer experimentar a sus pequeños un poco de la emoción original. Los fans de la saga sin hijos verán poco, o nada. Moraleja: los clásico merecen respeto también de sus creadores.