Por Ira Franco

Los críticos que me tocaron en los asientos de atrás en el cine la odiaron. Qué digo la odiaron: dijeron que era la peor película que habían visto en años. Dicho esto, yo creo que la única forma de reseñar esta peli es hacerlo desde una sensibilidad personal: Spring Breakers me pareció conmovedora.

La historia bajo otra dirección sería una estupidez: cuatro amigas roban una cafetería para costearse el viaje a Florida, el famosísimo spring break. Allí un ‘gansta’ blanco y guapo (James Franco) las protege y las invita a vivir la ‘vida loca’ hasta que, claro, todo sale mal.

Dije que era estúpida. Pero sólo bajo la mirada de un director estúpido. Estamoshablando de Harmony Korine, quien desde Gummo (1997) nos ha traído películas tan extrañas como incomprendidas, pero al que no se le puede acusar de dar concesiones. Esta vez tampoco lo hace: éste es el primer papel de James Franco en que no se le cuida para que luzca como un galancete, y Korine logra de él un personaje tridimensional.

Las chicas (Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y su propia esposa, Rachel Korine) son hermosas y se la pasan en bikini toda la película. En ese sentido el casting es fenomenal: son chicas blancas que idolatran a Britney Spears, jugando a ser chicas malas. Por fortuna, luego del atracón visual (que raya en el sexyporn) de gringos semidesnudos con cuerpos estupendos, queda mucho que leer en el relato.

Después de cinco veces que las mismas nalgas en big close up se mueven ralentizadas frente a ti, la escena típica del spring break se convierte en otra cosa. Hay algo muy triste en la necesidad de embutirse tequila y besarse con miles de tipos(as) que no conoces. Hay un comentario político aquí también, acerca de esa sociedad puritana que requiere este tipode destapes y que ha hecho del dinero un fin. Pero hay algo más importante en lo que acierta Korine: no dota de esperanzas a ningún personaje.

Korine ha dicho que él no hace películas, sino escenas que se quedan contigo el resto de tu vida. En Spring Breakers hay al menos una: la escena de sexo en la piscina, cuando las únicas dos chicas que quedan del cuarteto están con Franco y el espectador puede ver más allá del sexo. Hay una especie de elegancia en la puesta en escena que permite registrar el hambre de cariño de todos los personajes. Es una necesidad de conectar con el otro. Eso que todos sentimos a veces, pero que liquida la vida diaria. Spring Breakers no es para todos, pero quien pueda conectarse con ella verá algo de eso por lo que vale la pena ir al cine, más allá de asistir a una buena historia