Chilango

Solomon Kane

Por Miguel Rivera

He visto toda clase de antihéroes
en mis tiempos. He visto guerreros, monjes justicieros y hasta ninjas
vengativos, pero nunca antes se me había presentado la noción de un
asesino puritano. Si puritano, como en grandes hebillas, enorme sobrero
y mallas ajustadas. Pero hey, ¿quién soy yo para cuestionar las aptitudes
de un tipo amish para asesinar demonios?

En 1928 Robert E. Howard, el mismo
autor de Conan el Bárbaro, escribió sobre un justiciero de ojos
fríos y pálida piel llamado Solomone Kane, rey guerrero y ultrajador
de imperios. Un buen día  se le aparece un enviado del diablo
y le dice que ha perdido su alma por ser tan cruel;
acto seguido Kane
huye hacia Inglaterra donde se esconde en un monasterio y se reencuentra
con Dios y todas sus enseñanzas. Un asunto muy a la San Agustín.

Por temor a ser destruidos por el mal
que sigue a Solomone Kane y empujándolo a conocer su propio destino
los monjes destierran al guerrero. Su nuevo camino lo lleva a descubrir
que tal vez, en esta ocasión, es mejor servir al Señor con cuchillos,
hachas y pistolas. Kane buscará redención siendo el malo que trata
de matar a uno más malo que él mismo. Un hitman de Dios si lo quieren
ver así.

James Purefoy da una buena actuación,
sólida y evolutiva, toda la película se centra en él y esto es una
fortaleza de la cinta.
En si el largometraje cuenta con efectos especiales
normales, una historia un poco trillada y una narrativa que no nos da
nada nuevo, pero si hay algo que aplaudirle es que no es nada pretenciosa.
Michael J. Basset crea una adaptación simple, con aventura, acción
y un confuso mensaje moral que es en realidad el mismo dilema que afecta
al personaje.

Entretiene, cumple y para los fans
de películas como Van Helsing puede que resulte interesante.
Si este
domingo se encuentran indecisos frente a la cartelera y sienten esa
curiosa  e inexplicable necesidad de ver zombies y espadachines
glorificados, entonces Solomone Kane es el camino a tomar.