Por Tania Oropeza

Anunciar un nuevo largometraje dirigido por Joel Schumacher es como lanzar una moneda al aire y no saber si caerá en excelente o en pésima. Pero al parecer en esta ocasión cayo de canto, pues Trespass es una aceptable película de suspenso con un final predecible y aburrido.

Veamos: Kyle Miller, interpretado por Nicolas Cage, está felizmente casado con Sarah (Nicole Kidman). Al parecer lo han tenido todo durante su matrimonio: una excelente posición económica, el cariño de una adorable pero rebelde hija adolescente y la fidelidad y amor marital que cualquier pareja desea tener. Sin embargo, sus tranquilas vidas se ven amenazadas cuando una banda de malhechores interrumpe violentamente en la casa. A partir de ese momento el “suspenso” se apodera del filme; los personajes –sobre todo el de Cage– intentarán todo para salvar sus vidas. Desde el primer intento fallido de Kyle Miller por engañar a los bandidos y escapar con su familia de aquella terrible situación, sabemos lo que sucederá. No importa cuantas veces lo golpeen, amenacen, lo vuelvan a golpear e incluso le disparen, sabemos que el amoroso padre de familia (con algunos secretos guardados en su caja fuerte) se convertirá en oootro héroe. Entonces lo único que le queda al público durante los siguientes 60 minutos es preguntarse en qué momento Nicolas Cage envejeció tanto, cómo hace Nicole Kidman para tener una piel tan tersa, o preguntarse si los tatuajes y pectorales de Cam Gigandet son reales. De vez en cuando, Schumacher logra regresar la atención del público a la trama, con los recursos ya exhaustos de este tipo de películas: mentiras entre el feliz matrimonio que ponen en peligro el inminente escape, disparos sorpresivos y algunas gotas de sangre sobre el exquisito traje del Sr. Miller.

Lo que debemos agradecer al director es que este film sólo dura 80 minutos. Es de aquellas películas que disfrutas mientras la vez, pero en cuanto te levantas de la butaca te olvidas de ella. Palomeras, que les decimos.