Los cantautores españoles Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat centraron en México sus primeros acercamientos en América Latina, al presentar en San Sebastián el documental “Serrat y Sabina: El símbolo y el cuate”, dirigido por Francesc Relea.

En una conferencia de prensa llena de bromas y que demostró la complicidad y amistad que hay entre los dos, Serrat recordó su llegada a México, en una furgoneta como “una de las experiencias más vitales que he tenido, cinco meses en todo México, en hoteles de carretera, tocando en pueblos”.

“Esto es lo que me ha proporcionado mi gran educación, mi gran mundo de conocimientos, descubrir paisajes, comidas, costumbres, irse apropiando de aquello, para llegar a la conclusión luego de que todos somos muy parecidos”, anotó.

“Podemos vernos diferente, parecer que sentimos diferente, practicar el sexo de manera distinta, pero al final, si nos pinchan la piel sangramos y todos damos la vida por nuestros hijos”, expresó.

Sabina sostuvo que “aproveché caminito que había abierto Serrat, en su furgoneta, en momentos en que no podía volver a España, el Camino de Damasco, y estoy agradecido porque lo haya hecho”.

Para el autor de “Y nos dieron las 10” y “Yo quiero ser una chica Almodóvar”, aseveró que “hay muchas Latinoaméricas, no hay una sola, Serrat y yo compartimos Buenos Aires, Montevideo; él tiene más Chile que yo, yo México lindo y querido y también La Habana, además de que duermo con una peruana.

Fue en México donde el periodista Ricardo Rocha, amigo de ambos, acuñó la frase de: “Serrat es el símbolo vivo, aquel que llegó a México en 1968, un soñador de pelos largos. Sabina es nosotros mismos, nuestro amigo, nuestro cuate”.

“La frase proviene de Ricardo Rocha, periodista mexicano extraordinario, y Joaquín es una persona que independientemente del trabajo de cada uno despierta este sentimiento de cuate, le coloca en un lugar de cercanía y a mí en lugar más distante”, compartió Serrat.

“Los dos hemos tenido la suerte de hacer música y pensamos dentro de nuestras posibilidades seguir haciéndolo, pero es peligroso esto de creer que es símbolo de algo. De hecho cuando yo veo que alguien se siente símbolo de algo, siento pena ajena”, acotó.