Desde que saltó a la fama como estrella adolescente en El joven manos de tijera (1990), de Tim Burton, Johnny Depp se convirtió en uno de esos actores que son amados por todos, ya sea por los públicos masivos, los directores más exigentes, los grandes estudios, la televisión, las revistas del corazón… y por las mujeres.

Nacido el 9 de junio de 1963, el señor Depp ya rebasa las 50 primaveras, sigue con su rostro juvenil y permanece en el trono de “uno de los chicos más sexis del mundo” que le dieran las revistas femeninas. Sin embargo, su carrera parece haber entrado en un bache del que parece difícil de salir.

La culpa la tiene él mismo, por haberse quedado en un nicho que le dio fama y fortuna, pero que no ha sido capaz de renovar con ideas nuevas, que pongan al día a Johnny el exótico, el rebelde, el friki encantador.

Ya desde Don Juan de Marco (1994), donde compartió créditos nada menos que con Marlon Brando, quien generosamente la pasaba la estafeta como el rebelde exótico de Hollywood, Depp cayó en un narcisismo que no le sirvió para dejar atrás la imagen que, demasiadas veces, le ha impedido reencontrarse con el gran público y con la crítica de su país.

Sus traspiés incluyen Chocolate (2000), con Juliette Binoche, La última puerta (1999), dirigida por Roman Polanski, o la también fallida Sueños de Arizona (1992), de Emir Kusturica, en la que compartió créditos con Jerry Lewis.

¿Dije traspiés? Su salario por hacer el protagónico del capitán Jack Sparrow en las películas de la serie Piratas del Caribe llegó a 55.5 millones de dólares. Esos son muchos ceros, los suficientes para intentarlo de nuevo como el indio Tonto junto al Lone Ranger en El llanero solitario, su último fracaso de taquilla.

Con todo, la historia de John Christopher Depp II es la de una generación que cambió la faz de Hollywood y que incluye a Winona Ryder, River Phoenix (fallecido prematuramente), Ethan Hawke o Nicholas Cage, entre muchos otros. Adolescentes roqueros que siguieron siéndolo toda la vida y que se negaron definitivamente a envejecer.

Su primera experiencia en el cine vino con un clásico del cine juvenil de los 80: Pesadilla en la calle del infierno (84), de Wes Craven, donde Johnny Depp era uno de los adolescentes acosados por Freddy Krueger. Después se convirtió en actor juvenil para la televisión, hasta que Tim Burton contribuyó a darle el perfil que tendría a lo largo de toda su carrera, el joven en eterno conflicto psicológico, ya sea un “freak” o un nerd, que no consigue encajar en la sociedad.

La asociación con Burton le valió algunos de sus mejor papeles, tales como Ed Wood (1994), donde personificó al “peor director de cine del mundo”; La leyenda del jinete sin cabeza (1999), o Charlie y la fábrica de chocolate (2005). Pero también con Burton le llegó un personaje que fue rotundamente rechazado por el público, el del vampiro americano Barnabás Collins en Sombras tenebrosas (2012), un muerto de la televisión de los años 70 que fue imposible de resucitar en la pantalla grande, donde no sabemos nunca si estamos frente a una parodia, una cinta de horror, una burla o un homenaje.

Un vampiro tímido y enamoradizo no era más que una parodia de lo que él mismo había hecho en su adolescencia, del mismo modo en que lo era el pirata Jack Sparrow frente a los personajes de Tim Burton.

Nunca le aconsejaríamos que madure, pero sí que se recicle un poco. La película con la que celebra entrar a su quinta década de vida es Trascendence (2014), donde personifica a un científico que crea una supercomputadora, una especie de Frankenstein moderno en la línea de la tecnofobia propia de la ciencia-ficción clásica de los años 70. Hasta el momento la crítica lo despachó con una sola palabra: “aburrida”. ¿Será cierto?