Por Juan Carlos Villanueva Las historias de Guillermo Del Toro (El espinazo del diablo y El laberinto del fauno) poseen un equilibrio perfecto entre aventura, miedo y misticismo. Del Toro escribió con esas características el guión de No temas a la oscuridad, una cinta basada en la original homónima de 1973, dirigida por John Newland.

Es un perfecto relato de terror: La pequeña Sally (Bailee Madison) se muda a vivir con su padre (Guy Pierce) y su novia Kim (Katie Holmes) a un nuevo hogar en Rhode Island, una vieja casona que guarda secretos y extrañas criaturas que habitan en el sótano. Estos monstruos se obstinan en seducir y atormentar a la solitaria Sally, que tiene problemas para comunicarse con su padre y sólo cuenta con Kim como aliada.

El relato de Del Toro es bueno, sin embargo, la influencia estadounidense y la inexperiencia del director debutante Troy Nixey le restan profundidad y concepto visual. La casa, que se vuelve un personaje central de la historia, carece de misticismo. El sótano, donde se realiza la trama, es tan inocuo que necesita la ayuda de la música incidental para un efecto contundente. Ciertamente, esta película es muy entretenida, asusta lo suficiente y las criaturas son bastante desagradables, pero el argumento de Del Toro fue desaprovechado por la dirección.