Por Carlos Arias

Una historia mínima, fotografiada en blanco y negro, en un paisaje del Medio Oeste estadounidense que parece aplastar a los personajes, con carreteras interminables, grandes llanuras, pueblos pequeños, gasolineras, moteles y cantinas.Se trata de Nebraska (2013), de Alexander Payne, una historia simple sobre un anciano empecinado en cumplir con un viaje postrero, que parece darle sentido a toda su vida.

El protagonista es un viejo terco, alcohólico, pésimo esposo y peor padre, Woody Grant (Bruce Dern). El anciano ha recibido una publicidad fraudulenta que le asegura ser el ganador de un millón de dólares. Sus hijos y su esposa saben que se trata de un engaño, pero él está dispuesto a viajar desde su hogar en Billings, Montana, al estado de Nebraska para supuestamente cobrar el dinero.Tras varios intentos fallidos de escaparse de casa para irse caminando, su hijo menor David (Will Forte) decide llevarlo en automóvil a la capital de ese estado, Lincoln.

Con este cuadro de situación, la película emprende el desafío nada fácil de volver interesante y entrañable a un viejo más bien antipático, afectado de una incipiente demencia senil y a punto de ser enviado a un asilo de ancianos. Acercarse al viejo y entenderlo es también la tarea que deberá enfrentar su hijo, quien durante el viaje por carretera y un posterior desvío al pueblo de su juventud, tendrá tiempo para resolver viejas cuentas pendientes, comunicarse con su padre, conocer a sus viejos amigos e incluso asistir a una bizarra reunión familiar.

La película arranca con el mecanismo clásico del “road picture”. Personajes disparejos que deben estar muchas horas juntos en un viaje en automóvil, y que mientras pasan por sitios emblemáticos (o no tanto) del sistema de carreteras de Estados Unidos, tendrán tiempo para pelearse, reconciliarse, hablar y entenderse.

Como es clásico, el viaje aparece como un descubrimiento, una revelación para los personajes, que a la vez visitan sitios que simbolizan su transformación interior. En este caso, lugares como el Monte Rushmore, el lugar donde los héroes de Estados Unidos están tallados en la roca de una montaña. Pero también visitarán los sitios “históricos” en la vida personal del personaje principal, que regresa a su pueblo después de muchos años de ausencia.

La película recuerda a otros viejos entrañables, como el de Una historia sencilla (The straight story, 1999), de David Lynch. El anciano en el camino de revisar su vida y de recomponer sus errores del pasado.

La fotografía en blanco y negro acompaña el viaje de los personajes y del espectador, desde un gris inexpresivo hasta imágenes contrastadas, paisajes y cielos espectaculares, cuando los personajes crecen a lo largo de la película y “ven” la riqueza que los rodea.

Más allá de lo previsible de la historia, el director acierta al escapar del melodrama y de avanzar poco a poco hacia la comedia. Por este camino, la película ofrece un excelente ejercicio narrativo, centrado sobre todo en las actuaciones de Dern, como el viejo, y Forte, como el hijo.

Nebraska alcanzó seis de las nominaciones más importantes para el Oscar 2014, que incluyen dirección, mejor película, fotografía, guión original, actor principal y actriz secundaria.