Por Jaime Azrad @_azrad

Con uno de los títulos más genéricos del año, Nacidos para matar se vende como una película de acción llena de violencia y diálogos sin importancia, como muchas de su género, pero tiene algo más…

La cinta narra la historia de Danny (Jason Statham), un agente secreto que al salir herido de una misión decide retirarse y regresar a su natal Australia. Después de un tiempo, Danny se ve forzado a una última tarea para liberar a su compañero y maestro Hunter (Robert De Niro) de un secuestro, pero Spike (Clive Owen), un agente inglés, hará todo para detenerlo.

Nacidos para matar es más interesante de lo que se espera ver en pantalla, pues agregado a las inminentes secuencias de persecuciones, disparos y explosiones, está un personaje humanizado, que lamenta lo que implica su trabajo y busca una salida en cada oportunidad que tiene.

Los rasgos de sensibilidad en Danny despiertan una empatía tramposa en el espectador, tramposa porque a final de cuentas genera un deseo de victoria en su trabajo, aunque ésta signifique la muerte de muchos –culpables e inocentes–, y juega con la moral en cada uno de nosotros.

La caracterización del personaje le permite diferentes facetas, que anhele una tranquilidad en la que pueda dedicarse a su pareja, además de sólo tener la habilidad de patear traseros de maneras ridículamente improbables.

Las tomas de los incontables lugares en los que se desarrolla la acción son bastante atractivas; París, Londres, Omán y Sidney desde perspectivas aéreas simulan la urbanización de manera que se entienden como mapas y planos que contienen la historia de Danny y los que lo rodean.

Quien guste de la aventura y los temas de acción, peleas con estilo y la actitud invencible de Jason Statham, sin duda disfrutará de la trama y de las coreografías de violencia, pues todas son reales y no fueron modificadas por efectos especiales, por lo que se mezclan bien con su entorno.

No es imperdible, en total es una película de acción como muchas otras, aunque eso no quita el poder disfrutarla.