Chilango

Muerte en la Montaña

Por Alejandra Nevarez

Mientras los grandes estudios
proyectan su carencia de contenidos de terror a través de remakes
insulsos
(Pesadilla en Elm Street) o franquicias agotadas (Destino
Final
). El cine independiente gringo ha presentado en festivales
propuestas interesantes. El año pasado en Sundance el director Adam
Green lanzó Frozen. Logró llamar la atención de los
distribuidores
y de la prensa especializada en terror. Eso sí, aquellos que estén
buscando la Palma de Oro ésta no es su peli. Pero los fans del miedo
disfrutarán noventa minutos de sufrimiento. 

El género tiene una gran
virtud:
si logra que el espectador se imagine en la situación que padecen los
personajes ya tienen ganada parte de la carrera. Por otra parte, más
que tener coherencia o una gran historia debe ser similar a las
pesadillas:
donde el miedo esté por encima de la búsqueda de un sentido. 

Todo inicia cuando tres
adolescentes
quedan atorados en las sillas eléctricas que van a la parte alta de
la montaña de un parque para esquiar. Es domingo y el lugar no abrirá
por unos días y nadie, obvio, saben están ahí. A lo largo de este
tiempo el frío, la naturaleza, el desgaste psicológico y una manada
de lobos serán sus únicos acompañantes.  

¿Cómo lograr mantener al
espectador al filo cuando la mayor parte de la historia se desarrolla
en un sólo espacio? (Tomemos en cuenta Deep Water y Cujo)
Adam Green sabe que más allá de los efectos especiales y los clichés
del género, el terror se sustenta en las actuaciones y especialmente
en el sonido.
Mediante emplazamientos de cámara fijos que, a diferencia
de La Bruja de Blair, lo que vemos es lo que nos revuelve el
estómago. Además, sumado a un soundtrack al más puro estilo
Hitchcock, Frozen nos transmite la sensación de claustrofobia
en un espacio abierto (aunque usted no lo crea). 

Dice Dario Argento, gran
maestro
del terror, que él no incluye escenas de balazos en sus películas,
¿la razón? Como casi ningún espectador ha recibido un disparo es
una sensación con la que el público no se identifica plenamente;
Frozen
cumple esta regla y gran parte de su efectividad radica en
uno de los miedos más básicos: morir congelado.
Minuto a minuto los
protagonistas van experimentando sensaciones terribles, el dolor va
empujando a los personajes hacia situaciones límites, habrán momentos
que seguramente no podrás mirar la pantalla. Quizá el encuadre que
nunca olvidarás y que demuestra el sadismo del director es la toma
de punto de vista en el momento en el que uno de los personajes brinca
del carro (chequen el trailer).  
 
¿Por qué nos gusta ver películas donde le suceden cosas terribles
a la gente? Quizá es porque cuando salimos de la sala cualquiera de
nuestros problemas nos parecen poca cosa. En el momento en que salgas
de Frozen agradecerás el calor y el gentío de la ciudad.