Por Ira Franco

Esta cinta es uno de los puntos más bajos y autocomplacientes jamás tocados por la carrera de Johnny Depp –quizás sólo superada por la infumable Trascendence (Pfi ster, 2014)–. Mortdecai cuenta la historia de Charlie (Depp), un misterioso art dealer en busca de un Goya robado que tratará de aventajar a un inspector deScotland Yard (Ewan McGregor) y superar el triángulo amoroso que se forma entre él, el inspector y su esposa (Gwyneth Paltrow).

En realidad, la trama es lo de menos. Ésta es una película de personajes o, mejor dicho, de un solo personaje: un Johnny Depp “chistosito” y de gazné, que carga con la falta de originalidad de la película mientras incluye por ahí unas cuantas bromas sobre su extraño bigote, que bien podrían estar dirigidos a un nativo del siglo XVIII.

Las indudables dotes de Depp para el slapstick y la comedia de pastelazo nunca fueron tan mal utilizadas, y probablemente no es sólo su culpa, sino del director David Koepp, que no supo modular los registros bobalicones de los actores mientras Depp se debate entre la locura, la farsa desproporcionada y la idiotez.

Es Johnny en lamentable imitación/homenaje al Inspector Clouseau de Peter Sellers (La pantera rosa, Edwards, 1963) y, sobre todo, Johnny probando la paciencia de su público que hace mucho espera una buena película con él como actor principal. Ese humor zopenco y fresco que alguna vez pudo ser una bomba de éxito para Depp –como con la primera entrega deLos Piratas del Caribe (Verbinski, 2003)– hoy empieza a hundir para siempre el barco de su carrera.

Y es que frente a Mortdecai, hasta Jack Sparrow parece un tratado de sutilezas bergmanianas: en esta cinta no hay matices ni tonalidades y todo se va a pique desde muy temprano porque los dos o tres chistes buenos que tiene la cinta son inmediatamente opacados por la gestualidad histérica y el horrible acento inglés de Johnny Depp.