Chilango

Morelos

Por Verónica Sánchez Marín

Como parte de la trilogía histórica que inició el realizador Antonio Serrano (Sexo, pudor y lágrimas o La hija del caníbal), y que arrancó con la película Hidalgo (México, 2010), ahora llega la segunda entrega: Morelos (México, 2012) protagonizada por Dagoberto Gama como José María Morelos y Pavón. Ambas producciones buscan desacralizar la imagen del héroe nacional y retratar más al hombre. El problema: el caudillismo de nuestros libros de texto gratuito se agradece frente a la cursilería extrema de esta película.

Como en la primera y bajo ese argumento se presenta al espectador una historia que entrelaza la vida romántica poco conocida del cura José María Morelos y Pavón con momentos importantes de la Independencia de México y en las que el revolucionario fue pieza clave. Estos trozos de su vida íntima hacen entretenida la cinta, pero no aportan más de lo que podemos leer en una lámina escolar sobre la historia del padre revolucionario. Lo que sí es destacable es la solvencia técnica en las secuencias bélicas.

Después de la muerte de Miguel Hidalgo y Costilla, los insurgentes que luchan contra la corona española. Parecen vencidos y pierden rumbo. Sin embargo aparece el cura José María Morelos y Pavón, quien se destaca por ser un gran estratega y un hombre de ideas firmes.

La cinta comienza con el histórico sitio de Cuatla comandado por Morelos –acontecimiento que lo convierte en el principal enemigo del ejército realista–, y prosigue con el relato de la organización del Congreso de Anáhuac, el primer cuerpo legislativo de la historia mexicana (Chilpancingo, 1813); la presentación de Sentimientos de la Nación, uno de los documentos políticos más importantes, así como la creación de la primera Constitución de México el 22 de octubre de 1814. De manera paralela a estos sucesos, se relata también parte de su vida privada; por ejemplo, un hijo no reconocido, Juan Nepomuceno, que ante los demás funge como sobrino del sacerdote, además de su aventura con Francisca (Stephanie Sigman), viuda del teniente Matías Carranco, con la que procrea una hija también no reconocida. Todo sucede de forma simultánea, apenas sí complementaria, al ascenso de Morelos como caudillo y su caída como prisionero de guerra.

La dirección se queda corta al intentar imprimir a la historia la intensidad de un amor arrebatado, épico, entre Morelos y Francisca, pero que da como resultado un romance al más puro estilo de las telenovelas mexicanas. Antonio Serrano no logra convencer con el trasfondo de la anécdota romántica del padre Morelos. Y es que los diálogos entre el protagonista y el personaje de Francisca se sienten forzados y cursis, burdos y predecibles.

Sin embargo, el director consigue brindar al público frecuencias de acción en las que sobresalen las escenas de batallas, emotivas por su realismo. También se nota el esmero en la parte de arte al crear una gran fidelidad con los trajes de época.

Por su parte Dagoberto Sánchez realiza un buen trabajo, recreando a un cura inteligente, bondadoso, rebelde, pero moderado en sus decisiones bélicas aunque no en sus impulsos amorosos. El cuadro de actores que acompaña al protagonista tiene interpretaciones bastante profesionales (nada sorprendente ni destacable, hay que decirlo) como las de José María Yazpick, Juan Ignacio Aranda, Jorge Zárate, Raúl Méndez y Gustavo Sánchez Parra. Todos correctos en su papel. No así Stephanie Sigman, quien en toda la cinta muestra un personaje de bajo perfil, que no le representa un gran reto actoral, si a esto le agregamos un desempeño soso y básico.

Lo más arriesgado de la cinta quizá sea la de mostrar a un Morelos con rasgos físicos indígenas y no con rasgos españoles como lo hacen en los retratos de su tiempo. La cinta no llega a ser la memorable ¡Viva Zapata! (EUA, 1952) de Elia Kazan, una de las obras más logradas de este género; pero se agradece que tampoco sea la lamentable Zapata, el sueño del héroe (México, 2004), esa emboscada mortal cinematográfica que jamás había sufrido un héroe nacional, y uno de los traspiés más dolorosos para la carrera de un irregular y (aún) prometedor Alfonso Arau.

Aquí, Antonio Serrano se equilibra y ofrece una película entretenida con buena manufactura pero que no llega a ser histórica más sí patriotera. Un detalle que los gobiernos caudillistas y los profesores empeñados en admirar y entronizar a los Niños Héroes en la primaria, agradecerían sobremanera.

Morelos se estrena hoy en los cines del país y se presentó por primera vez dentro de la cartelera del Festival Internacional de Morelia 2012, el marco perfecto e histórico para traer a colación a tan ambiguo y casi ficticio soldado pop de los libros de Historia I y II.