“Me mira un momento evaluando mi deseo, y de pronto me agarra y me da la vuelta. Me toma por sorpresa, y como tengo las manos atadas, tengo que apoyarme en los codos. Me empuja las rodillas para alzarme el trasero y me da un fuerte azote. Antes de que pueda reaccionar, me penetra”... Las letras se quedan en mi cabeza mientras la imaginación vuela.

Soy una de las mujeres atrapadas en las “50 sombras de Grey” y aparecen los orgasmos solitarios, sin siquiera tocar mi cuerpo; la sensación es extraña pero entiendo, es mi primer libro erótico.

Devoro cada página y cada libro hasta el final. Después espero ansiosa el estreno de una película donde quiero ver si Cristian Grey es como lo imaginé: el hombre que revolucionó la imagen de Príncipe Azul establecida en mi cabeza desde niña, ese tipo oscuro que nos vuelve locas.

Desespero cuando no encuentro boletos disponibles en los cines de mi zona, pues como buena mexicana los compro de último momento. ¡Las salas están llenas!

Por fin logro hallar dos lugares, a una hora de mi casa, pero ¡eso no importa! En el cine las mujeres estamos listas. Somos muchas y tenemos expectativas, aparecemos en grupos, dispuestas a suspirar; se nos unen los gays y los hombres inteligentes que decidieron acompañar a sus mujeres esperando tener recompensas.

La película es buena, sólo eso. Nos arranca suspiros cuando Cristian Grey se quita la camisa y nos estremece cuando vemos su trasero desnudo. Al final la conclusión parece ser la misma: nuestra imaginación supera el filme.

Salimos después de las dos de la mañana, ya es jueves; era la primera función de madrugada y muchas tenemos que presentarnos a trabajar en cinco horas, pero el desvelo valió la pena: no sólo por la película, sino porque mi mente recordó las mejores escenas leídas. Sin duda seré de las que volverán para ver la secuela.

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