Por Iván Ramírez

Tratar el tema de la pedofilia es un asunto delicado, sobre todo en Austria, donde hace algunos años ocurrió uno de los casos más sonados: el de Josef Fritzl de 74 años de edad, quien mantuvo encerrada a su hija en el sótano durante 24 años, mismos que abusó sexualmente de ella.

No hay manera fácil de abordar el tema, sin embargo, Markus Schleinzer, lo intenta de una manera fina, sin detalles grotescos pero igual de crudos, en una película minimalista, con pocos diálogos pero con un adecuado desarrollo de personajes. Todo enmarcado en una estética simple, que en conjunto logra mantener la tensión.

A pesar de ello Michael: crónica de una obsesión (Markus Schleinzer, Austria, 2011) no es una película fácil de ver. Es una película que provoca varias cosas: incomodidad, temor y, por extraño que parezca, hasta simpatía.

Michael (Michael Fuith) es un hombre de 30 años que parece normal. Es aseado y metódico, podría decirse que hasta obsesivo y tímido, que vive sumergido en la rutina. Visita poco a su familia y, aunque tiene algunos amigos, es solitario. Debajo de esa máscara de normalidad esconde un secreto en el sótano de su casa. Michael tiene secuestrado a Wolfgang (David Rauchenberger), un niño de 10 años de edad de quien abusa sexualmente.

En su extraña relación hay destellos de normalidad. A ratos Michael y Wolfgang parecen padre e hijo, se sientan a la mesa, conviven y hasta juegan. Cuando el niño enferma, Michael se preocupa y lo cuida como un padre, incluso celebran la navidad. Pero esa dinámica de “pequeña familia” se rompe en los momentos precisos, para recordarnos que se trata de una situación criminal y enfermiza, porque Michael también abusa psicológicamente de su presa. Le hace pensar que envía cartas a sus padres y que ellos nunca responden, le dice que se han olvidado de él.

Todo parece apuntar que Michael es el tipo de criminal que siempre se sale con la suya, aún más cuando recibe un ascenso en su trabajo. Se alista para festejar con Wolfgang, pero una sorpresa lo espera al llegar a casa.