Por Carlos Arias
En la mitología griega, Medea es el emblema de una mujer fuerte, independiente, un poco bruja y nada sumisa. Mató a sus propios hijos en venganza contra su esposo Jasón, cuando éste la abandona para casarse con la princesa Glauce.
Esta es el sustrato mítico de Medeas (2013), una película del director italiano Andrea
Pallaoro que obtuvo una buena recepción en festivales internacionales. Una historia en la que las “medeas” se multiplican, como emblema de mujeres poderosas, insumisas …y peligrosas.
El director realiza un ejercicio de teatro griego, con todo lo que esto pude tener a la vez de hipnótico, de “difícil” y de engañoso, en la medida en que presenta historias sacadas de la nota roja bajo el prestigio artístico de un cine minimalista, que busca conmover con el retrato en torno de las “miserias” humanas.
Una historia contada con lentitud y alarde visual, casi sin diálogos, que se centra en una mujer sordomuda, Christina (interpretada por la colombiana Catalina Sandino Moreno), madre de cinco hijos, quien vive una situación de crisis con su esposo mayor Ennis (Brian F. O’Byrne) en un solitario rancho del sur de California.
Con la Medea griega de fondo, el director juega con el choque cultural entre el marido anglo y la mujer latina, entre el hombre mayor y la mujer joven, y pone en escena la absoluta falta de comunicación entre ambos. La historia transcurre con los actos de los personajes como su principal “lenguaje”, en el contexto de un drama cuyo posible desenlace se anuncia desde el título.
Christina engaña al marido con un amante ocasional, el empleado de la gasolinera local Noah (Kevin Alejandro), con el que parece tener tan poco en común como con Ennis, mientras la mujer desarrolla una vida interior incomunicable a los demás. La historia emerge poco a poco de las imágenes, e involucra también a los hijos mayores, Micah (Ian Nelson) y Ruth (Mary Mouser).
La película busca convertirse en una catarsis al estilo del teatro clásico. Se trata de una experiencia visual y narrativa, que intenta involucrar emocionalmente al espectador sin una “aventura” a la manera del cine espectáculo convencional.
Con todo, Pallaoro está tan preocupado por crear esa situación catártica que no duda en incluir elementos extremos, bajo la premisa de una búsqueda en torno de la “psicología humana”, aun por encima de la lógica narrativa de sus personajes o de la historia.