Por Ira Franco

Un retrato de la vida como se percibe desde los ojos de una niña de ocho años obligada a aceptar un cambio repentino de vida: su madre decide dejar a su padre y volverse a casar.

Concebida como una trilogía sobre la soledad, Manto acuífero es una continuación al estilo natural, estático y contemplativo de la primer película del director Michael Rowe, Año bisiesto (2010), que ganó la Cámara de Oro de Cannes.

Con sensibilidad poética, el director logra escenas redondas, como esa en la que la pequeña Caro (Zaili Sofía Macías), recostada sobre su cama, lee en voz alta sobre lo magnífico que debe ser observar el desarrollo de un pollito dentro del huevo. Desafortunadamente, nadie la escucha. Queda aplastada por el ruido de fondo que son las decisiones ensimismadas de su madre (Tania Arredondo, estupenda) y su padrastro Felipe (Arnoldo Picazzo).

No es una película para ver con prisa: pide mucho del espectador. En los puntos más flojos es la pincelada de un estado de ánimo, una evocación gaseosa más que un tema y Rowe nos queda a deber cierta profundidad en sus personajes.