Chilango

Mamá

Por Javier Pérez (@JavPeMar)
El terror, escribió el investigador y crítico de cine Rafael Aviña, involucra a la imaginación, lo irreal y las pesadillas más terribles, sensuales y perturbadoras. Mamá (España-Canadá, 2013) cumple con esas características, las cuales vuelven fascinante e identificable el género.

Andrés Muschietti, director y guionista de la película –esta última actividad en la que comparte créditos con su hermana Barbara y Neil Cross–, parte de los clichés y las referencias –la canción de cuna que Christopher Young preparara para Hellraiser– para crear una atmósfera de tensión, tragedia y tormento que va infundiendo un desasosiego paulatino a pesar de que los elementos perturbadores están puestos sobre la mesa desde el principio. Desde esa escena en que un hombre tiene una pistola en las manos y sus dos hijas pequeñas, una de uno y otra de tres años, están a su lado. 

Un salto abrupto en el tiempo corta la escena. Entonces se ve a las niñas, pero cinco años después. Es inexplicable que hayan sobrevivido en medio del bosque durante tanto tiempo, hasta que las encuentran en una cabaña casi derruida. Su tío Lucas (Nikolaj Coster-Waldau, el danés que interpreta a Jamie Lannister en Game of thrones), quien las lleva a vivir con él y su novia Annabel (Jessica Chastain completamente transformada en su físico), no había cesado en su búsqueda desde que desaparecieran junto con su hermano. 

Los cuatro llegan a una casa de la que disponen por iniciativa del hospital que se encarga del tratamiento de las niñas, quienes sufren trastornos por los cuales son atendidas por el Dr. Dreyfuss (Daniel Cash). La pequeña Lilly (una magnífica Isabelle Nélisse) habla de una “mamá” que todos suponen imaginaria. Aunque las primeras apariciones de lo sobrenatural no son lo más afortunado de la ópera prima de Muschietti, sí conducen la historia hacia la temática de la soledad y la pérdida, hacia las atmósferas perturbadoras que se vuelcan hacia las pesadillas, hacia lo más elemental de las historias sobrenaturales pero también hacia lo más complejo: hacia una infancia sórdida y traumática.

Y es en esta parte donde se nota la influencia del mexicano Guillermo del Toro, productor de la película. Como director, sus películas más afortunadas están asociadas a historias que involucran niños y una orfandad literal o simbólica. Así es en Cronos, así en El espinazo del diablo, así en El laberinto del fauno. Así ocurre en Mamá. 

Y es aquí donde funciona la selección del reparto: Nélisse, como una niña antisocial incapaz de articular frases largas y comedora de insectos, y Victoria (Megan Charpentier), perturbada y agobiada por el temor y los sentimientos encontrados que le comienza a despertar su celosa y atemorizante “mama”. 

Muschietti, apoyado en la fotografía de Antonio Riestra, de tonos fríos y abundantes encuadres cerrados, enfatiza la tensión y la sorpresa propias del género, aderezándolas con la búsqueda “detectivesca” para tratar de cerrar el círculo y enmendar el error que provocara que un ente sobrenatural quedara a la deriva. Mamá es un ejercicio de género eficaz e interesante.