Por: Juan Carlos Villanueva

Isaac Ezban es un saltimbanqui de nuestras fobias: si en El incidente juega con nuestra mente a través de carreteras y escaleras infinitas, parecidas a esas pesadillas donde algo o alguien te persigue y no puedes moverte, en su más reciente Los parecidos nos seduce con espacios cerrados, mentes deschavetadas y una tormenta que trae consigo una pesadilla de la que no podrás despertar.

Muy inspirado por series como Dimensión desconocida o cintas como La cosa, Los parecidos juega con espacios y personajes, así como sus más disparatadas elocuencias. Esta cinta se parece a un (mal) viaje bizarro y tétrico que los amantes del horror, la ciencia ficción y la fantasía apreciarán de principio a fin.

Es la noche del 2 de octubre de 1968, en una estación de autobuses en alguna parte de Guerrero, cinco personas les urge llegar a la Ciudad de México. Afuera, una tormenta trae consigo una serie de maldiciones que azotan al país entero. La historia de Ezban es frenética, llena de locura, de paranoia pero, también, no pierde la oportunidad –aunque sea fugaz– de hacer una crítica al momento histórico en que se desarrolla: la matanza de los estudiantes en Tlatelolco. No hay monstruos ni ruidos escandalosos que llevan al susto –como estamos acostumbrados al cine de Hollywood–, sino el miedo nace al vernos nosotros mismos en las más nefastas y retorcidas intenciones del otro.