El problema:
Dos chamaquitos que no le temen a los fantasmas, ni a una vieja casona, ni tampoco a unos trabajadores domésticos aterradores, ni mucho menos a su madre esquelética, Nicole Kidman. El problema inicia cuando se adentran al mundo desconocido de la muerte. ¡Ñaca, ñaca, ñaca!

La solución:
Es muy sencilla. Verás… que ellos se den cuenta de que *SPOILER* son los fantasmas. O sea, sí, ellos están muertos. Se enteran así, de un día para otro y sin aviso. Lo bueno es que no tendrán que pagar por un psicólogo.

La lección:
Nicole Kidman no es una mujer de fiar. Nunca.