Por Miguel Rivera

La

magia de una película de terror o suspenso nace de lo inesperado, de

doblar la fórmula de tal manera que se pierda cualquier anticipación de

lo que está por venir. Los ojos de Julia no lo logra en ningún momento.

Pequeños juegos de luz y oscuridad te adentran a momentos en la cinta,

pero siempre sabiendo lo que está por suceder y esto le resta toda

credibilidad a la producción.

Julia,

una mujer de mediana edad, interpretada por Belén Rueda que sobreactúa

su camino por toda esta cinta, investiga los motivos del aparente

suicidio de su hermana gemela. Pequeños detalles le llevan a la

conclusión de que lo que en realidad sucedió fue un asesinato. Luchando

contra su ceguera progresiva se encuentra en un mundo de sombras donde

todo es exactamente lo que parece. No hay ninguna sorpresa y los

sustos, que sí hay un par, son superfluos y en ningún momento nutren la

historia.

Un punto

bien logrado en el lenguaje de cámara, es la limitación de nuestra

visión en cuanto a los rostros de varios personajes y es así como

Guillem Morales consigue que nos identifiquemos con Julia que carece

del sentido de la vista por gran parte de la película.

Lamentablemente

la profundidad que se trata de alcanzar viene en su mayoría a través de

diálogos extensísimos y cursis. Como dicen en la escuela, siempre es

mejor enseñar que decir y la líneas de intento casi poético de Morales

hacen exactamente lo contrario. Trata de suplantar con palabras lo que

debería de verse en actuaciones multidimensionales y polifacéticas que

el elenco no logra. Un par de vueltas de tuerca hacia el final me saben

más a intentos de salvación que a un guión bien estructurado.

Finalmente

se logra, entre la sangre y el terror, un momento romántico que por fin

alcanza un círculo completo en la sub trama de amor de la cual Julia es

parte, y cuando ese pequeño momento está a punto de dignificar el

largometraje, un total miedo a dejar la cámara fija y dejarnos meternos

en el sentimiento del personaje nos cambia la jugada y nos adentra en

un efecto especial por demás innecesario y presuntuoso.

Si

les gusta que su novi@ se acurruque a su lado y abrace fuerte su brazo

por la mera suposición que una cinta de Del Toro debe tener momentos

escalofriantes, está bien, vayan, cumplirán su cometido, pero tras

cintas como El Orfanato, mucho más complejas y de matices más amplios,

esta película se queda atrás como una historia mediocre y totalmente

previsible.