Por Miguel Rivera

¿Estás a punto de gritar que estás harto de las películas de vampiros, de los Cullen y de las ridículas adaptaciones de tan mítico villano? Toma un respiro, ve a ver Let me in y platicamos. Éste es un remake de una adaptación sueca de la novela de John Ajvide Lindqvist, pero se defiende por si misma.

La historia es casi un relato común y corriente: un niño cobarde, Owen, interpretado por Kodi Smit-McPhee, es golpeado por bullies hasta que una hermosa niña Abby (Chloë Grace Moretz) entra en su vida y le da la fortaleza para defenderse, y digo casi porque ella es en realidad una viciosa chupasangre. A pesar de esto, los protagonistas desarrollan una relación sentimental muy estrecha compensando uno, por las debilidades del otro. Y es que eso es la película, el cariño entre dos niños que no pueden estar juntos a pesar de que sacan lo mejor de si mismos, así de simple. Se estudia la relación de los infantes inadaptados, ya sea por naturaleza o posición social y se les arroja en una situación extrema que al final demuestra que una amistad pura lo puede todo.

Es posible comparar la narrativa reconstruida de esta cinta con su antecesora que ofrece una historia lineal y sin pretensiones (mucho mejor a mi gusto), pero finalmente y de mucho más relevancia, es que el guión se mantiene, la fortaleza de una historia de fantasía que al mismo tiempo es totalmente identificable con nuestras vidas está ahí.