Por Maria Fernanda López

Cuando hablamos de migración, como mexicanos lo más común es pensar en los paisanos que se van a Estados Unidos, o los cubanos que llegan a nuestro país. Estamos muy poco familiarizados con la versión que ocurre del otro lado del charco: africanos que emigran a distintas partes de Europa, entre las que sobresalen Francia e Inglaterra. Le Havre nos lleva al puerto de Normandía, donde se desarrolla la conmovedora historia de un pueblo, y un joven migrante que debe llegar a Londres.

La historia es esta: en el famoso puerto de Le Havre vive Marcel Marx (André Wilms), un hombre entrado en años que se dedica a limpiar zapatos, después de haber pasado su juventud siendo un escritor bohemio. Por azares del destino se encuentra a Idrissa (Blondin Miguel), un chico africano que es buscado por la policía para ser deportado. Marx decide ayudar al niño, y con la colaboración de sus amigos del puerto hacen todo lo posible para que logre llegar a Londres. Esto incluye el reto de que durante su estancia en Le Havre, la policía no debe descubrirlo.

Aunque podría sonar a la típica película del niño bonito que logra conmover a la audiencia por su difícil historia de vida, no es así. Esta vez, Aki Kaurismäki (Un hombre sin pasado, 2002) pasa a segundo plano el recurso de la infancia, y se centra en la historia de Marx, quien logra ganarse al público por su humor ingenioso, que le da un toque cómico a lo que podría ser una historia dramática. Nos retrata la grandeza de un hombre que logra hacer grandes cosas con tal de ayudar a una persona que es prácticamente desconocida, y que además está siendo perseguida. Es conmovedor, sin llegar a lo cursi.

Le Havre es una cinta muy accesible y que, a pesar de ser catalogada como cine de arte, puede ser disfrutada por todo aquel que gusta de las películas comerciales. Su forma tan amena de enfrentarnos a un problema como la migración la convierte en una excelente opción para ver cine extranjero.