Por Carlos Arias

El brasileño Sebastián (o Sebastião) Salgado es uno de los últimos grandes fotorreporteros del siglo XX, cuyos viajes por el mundo a lo largo de 40 años lo han convertido en una leyenda.

Su tema principal ha sido los pueblos originarios y desconocidos, pero la fotografía de Salgado no busca embellecerlos artificialmente. Tampoco cae en el exotismo fácil de mostrar cosas “extrañas” a la normalidad occidental, y aunque su mirada es política, no cae en el amarillismo de la “denuncia” con fotos de niños desnutridos o personas sufriendo. Su objetivo es el ser humano.

Esta vez el mundo de Salgado llega en un documental realizado y narrado por el alemán Win Wenders, junto al hijo del fotógrafo, el también documentalista Juliano Salgado. La película se llama La sal de la tierra (2014) y se centra en la última gran travesía de Salgado, en la cual recorrió el mundo para un proyecto llamado Génesis, que buscaba mostrar los últimos lugares vírgenes que quedan el planeta.

El propio Salgado define el proyecto como una rareza dentro de su obra, porque no habría personas ni culturas lejanas involucradas.

“La primera idea que surgió fue denunciar la destrucción de los bosques o la contaminación de los océanos”, comenta Salgado en una escena de la película, “(pero) dijimos hagamos un homenaje al planeta y con sorpresa descubrimos que casi la mitad del planeta sigue como el día del Génesis”.

Al mismo tiempo, Wenders hace un viaje por la vida del artista, desde los paisajes de su infancia en Brasil hasta sus legendarios reportajes fotográficos por el mundo y su retiro para llevar adelante un proyecto de reforestación.

Como documentalista, Wenders realiza una tarea similar a Pina (2011), en la que recorre el mundo de la creadora alemana de danza contemporánea Pina Bausch, y a Buenavista Social Club (1999), en la que retrató la tradición del son cubano para los ojos europeos que la desconocían.

Esta vez Wenders “revela” al mundo la obra de Sebastião Salgado, con una clara insistencia por convertir al fotógrafo en un personaje acorde a lo que Europa espera de un artista: alguien supuestamente acosado por “fantasmas” y “obsesiones”, que se “plasman” en su obra. Un papel con el que Salgado no está para nada de acuerdo y contra el cual se rebela con buen humor a lo largo del documental.

La imagen que surge es mucho más compleja y también más interesante: Un profesional con claras convicciones políticas, cuyo estilo nace de la propia exigencia de honestidad al retratar a las culturas diversas, en busca de aquello que las identifica con cualquier espectador posible.

Un humanismo que se hace explícito en la referencia al Evangelio de Mateo de donde la película toma su título: el hombre como “la sal de la tierra”.

La mejor cualidad del documental de Wenders es su capacidad para desarrollar varias líneas narrativas paralelas, por un lado la realización de Génesis, pero también la historia personal y profesional de Salgado, el papel de la fotografía en su vida y también las relaciones conflictivas entre padre e hijo.

Uno de los puntos criticables es que el relato se contamina del estilo grandilocuente de Wenders al proclamarse como la última gran travesía del brasileño por el mundo, a la manera de los “road movies” del realizador alemán como Hasta el fin del mundo (1991) o sus propios recorridos por el planeta, de Lisaboa a Palermo, Texas o Berlín.

En ese sentido, Wenders tiende a atribuirle su propia grandilocuencia a la obra de Salgado, con tomas que buscan ser espectaculares por sí mismas, algo que no siempre es la parte más significativa en las fotografías del brasileño.

Con todo, la película es un hipnótico paseo visual y narrativo, y un logro fílmico por haber resuelto la difícil combinación entre cine y foto fija. La película obtuvo una nominación al Oscar 2014 y participó en una sección especial del pasado Festival de Cannes.