En 2008, el realizador ganador del Oscar, Alex Gibney, se dispuso a hacer un documental sobre el regreso de Lance Armstrong al mundo del ciclismo de competencia. Ampliamente considerado como una de las figuras más prominentes en la historia del deporte, Armstrong había llamado la atención internacional como el hombre que venció al cáncer y siguió adelante para ganar la carrera más importante del ciclismo, el Tour de France, con un récord de 7 veces consecutivas. Trazando la historia de vida de Armstrong (y con un acceso sin precedentes a tanto al Tour como al hombre), Gibney comenzó a filmar lo que inicialmente había planeado como la historia del regreso más importante de la historia – El regreso de Armstrong desde su retiro en 2005 y su intención de ganar su octavo Tour. De hecho, más que un atleta, Armstrong, desde su inspiradora narrativa personal y obras de caridad, había llegado a encarnar nada menos que las posibilidades del espíritu humano. Sin embargo, un escándalo sin precedentes, reescribiría tanto la leyenda de Armstrong como le película de Gibney. Para principios de 2013, Lance Armstrong había admitido haber usado drogas para mejorar su rendimiento, después de una investigación criminal federal y otra de la Agencia Antidoping de los Estados Unidos (en 2012, la USADA, en conjunto con la Unión Internacional de Ciclismo, efectivamente despojó a Armstrong de todos sus siete títulos previos y lo deshabilitaron de todo deporte de por vida). Con la intención de narrar la crónica del regreso, La Mentira de Armstrong de Alex Gibney, por el contrario surge como el fascinante punto de vista, registrando el colapso de una de las más grandes leyendas de nuestro tiempo. Como Lance Armstron dice ante la cámara de Gibney: “No viví muchas mentiras, pero viví una muy grande”.