Por Jaime @_azrad

Dos familias vecinas han sido amigas toda la vida hasta que la hija de una tiene un amorío con el papá de la otra. Ninguno de los personajes sabe cómo reaccionar en este debut de Julian Farino en el cine.

Tan sensato como puede, el director inglés combina drama y comedia en esta cinta que, con intenciones interesantes en su guión, se desvía hacia direcciones borrosas mientras trata de abordar a sus personajes; las reacciones no son las que esperamos pero tampoco nos sorprenden.

Lamentablemente, las intenciones no cuentan cuando el resultado es tan pegajoso. La hija de mi mejor amigo demuestra poca capacidad narrativa para el séptimo arte y sirve como evidencia de que Farino sólo ha hecho carrera en la televisión.

La historia no define bien quién es su protagonista y brinca de personaje en personaje para abordarlo por unos minutos y después olvidarlo. También, a los ojos del espectador promedio, las decisiones que el guión obliga en sus actores no son nada verosímiles: salen de proporción y desvían la trama hacia momentos graciosos que no llevan a ningún lado.

Al final de todo estamos frente a una comedia con toques frescos que se siente repetida.