Chilango

La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina

Por Adrián Zacapa

La
saga más exitosa desde Harry Potter tanto en el mundo editorial como en
el cine regresa a las pantallas mexicanas. Si no han estado en coma
durante los últimos dos años, seguramente han escuchado hablar sobre el
escritor Stieg Larsson, la trilogía Millenium y sus protagonistas: el
dúo formado por el periodista Mikael Blomkvist y la hacker bisexual
Lisbeth Salander.

La
pregunta más importante que el público hace respecto a una secuela es:
¿Es necesario ver la primera parte para entender la segunda? En este
caso la respuesta es sí.
El filme no se detiene en explicar las
complejas relaciones que unen a su larga lista de personajes ni en
recapitular las acciones de la cinta anterior.

En
esta entrega Mikael conoce al periodista Dag Svensson quien prepara un
artículo en el que promete revelar los nombres de altos mandos del
gobierno sueco involucrados en la explotación sexual y prostitución de
menores para ser publicado en Millenium.
Por
otra parte, el abogado Nils Bjurman descubre que se puede deshacer de
la amenaza que Lisbeth representa mediante un antiguo conocido suyo. "El
enemigo de mi enemigo es mi amigo" dice el refrán y él piensa ponerlo
en práctica. Tanto en el artículo de la revista como en la vida de
Bjurman aparece el nombre de Zala. Cuando Lisbeth se propone revelar la
identidad de aquel personaje, resulta implicada en un homicidio doble,
lo que desencadena una búsqueda nacional y una campaña de desprestigio
en su contra que la cataloga como una homicida lésbico-satánica.

Si
el tema de la primera película es la violencia hacia las mujeres en
general, en esta segunda entrega el tema es la violencia hacia Lisbeth.
La cinta se centra casi exclusivamente en ella, en las injusticias a las
que ha sido sometida
, en las agresiones en su contra y en el pasado que
se rehúsa a dejarla sola.

Uno
de los más grandes aciertos del filme es la excelente actuación de
Noomi Rapace quien interpreta a Lisbeth. Si en la cinta anterior su
personaje era exagerado hasta caer en lo caricaturesco, en esta entrega
sus excentricidades y trastornos son entendibles e incluso entrañables.

Otro
aspecto que los admiradores de la trilogía apreciarán son las partes de
la historia que han sido eliminadas o reducidas al punto de ser una
nota al pie. Las vacaciones de Lisbeth en la isla de Granada son
minimizadas y los largos detalles sobre su departamento en Lundagatan
son obviados por completo. Lo anterior evita que la historia se torne
lenta y aporta gran dinamismo a una trama de por sí llena de intriga,
giros, suspenso y complicaciones.

Las
obsesiones de Larsson están presentes a lo largo de la cinta: la
violencia promovida por el estado, su preocupación por la libertad de
expresión y la forma en la que el gobierno minimiza la violencia contra
las mujeres.

El
final la cinta nos deja esperando con gran anticipación la tercera y
última entrega de la saga al mismo tiempo que pone muy alta la barrera
que David Fincher tendrá que romper con la versión hollywoodense que
prepara.