Por Josue Corro

Si Pat Morita estuviera vivo y

viera esta cinta, haría su testamento y prepararía su funeral. Porque lo que

este remake representa es una afrenta a su memoria, y sobre todo al personaje que

lo lleva a la fama (Sr. Miyagi) y se volvió un ícono popular.

De hecho, este último punto es lo

que convirtió a Karate Kid en un clásico instantáneo: fue una película que

llevaba una fórmula matemática a la perfección, una fórmula que SIN RAYAR EN

LOS CLICHÉS, contenía elementos arquetípicos ya vistos una y otra vez en cine:

el perdedor que quiere ganar el respeto de enemigos, conquistar a la chica, y

madurar gracias a un maestro bizarro. Sin embargo, Karate Kid (al igual que

Rocky, del mismo director John G. Avildsen) poseía una calidad inolvidable: sus

personajes tenían un carácter definitivo y orientado hacia un fin común: ser

creíbles, ser tan comunes y corrientes que te identificabas con ellos. Por eso

a más de cuarto de siglo de su estreno, Daniel La Russo y su hazaña, aún nos

hace vibrar, aún nos hace creer que si un perdedor como él, pudo vencer sus

miedos, nosotros, como simples espectadores somos capaces de cualquier cosa.

Pero este remake es todo lo

contrario. Es una ofensa, es una grosería para un clásico no sólo del cine

deportivo, sino de las películas coming of age, una muestra más de que la

taquilla prevalece sobre el sentido común, y el respeto hacia las cintas

originales, vale tanto como un pañuelo desechable. En esta nueva versión el "karate

kid" es un chico que se muda a China, y que sin ninguna razón más alla de la lógica

xenofobia, es maltratado por el bully local. Ergo… aprende kung fu de su casero

y participa en un torneo. Sí, es exactamente la misma historia. Y creo que esto

es el principal problema: no aparta nada nuevo a un género que tiene décadas

sin ser renovado. Es una calca mal hecha y con fallas en el guión (que detalló

más adelante) que en lugar de provocar algunas sonrisas, sólo comprueban una

vez más que los remakes son el cáncer del verano.

El primer error de esta película se

originó desde hace años, cuando Will Smith, decidió producir esta cinta y

colocar a su primogénito en el rol principal. Mala idea, porque no hay cura

contra el mal congénito de la familia Smith; no saben ser humildes, siempre quieren

ser (y perdón por mi francés) los chingones, los cool. En este caso Dre, un

niño atlético, con carisma y rastas acapulqueñas, dista mucho del joven

inadaptado que tiene que lidiar con el rechazo dentro de su propia cultura

(algo mucho más doloroso que llegar a Beijing, donde sabes que tardarás en

adaptarte). ¿Cómo diablos, Will Smith iba a permitir que su crío fuera un loser

como Daniel La Russo? Obviamente no… y es el primer strike. El segundo también

tiene que ver con el protagonista y el guión: el director :::::: quiere forzar

una historia de amor entre dos niños de 11 años. No sólo es poco creíble, también

provoca que la historia pierda ritmo, credibilidad y aumente su duración por

cerca de 20 minutos. No hay necesidad de imponer la acción y la narrativa del

cine… ésta surge sola y con naturalidad cuando hay elementos que construyen una

línea dramática. Efecto que sí tiene la Karate Kid ochentera; ahí la subtrama

del romance es la segunda fuerza motor de la cinta, y atribuye valores mucho más

evidentes y de cohesión a una historia

que, no sólo trata sobre un torneo de karate, sino de que un adolescente pueda

encontrarse a sí mismo.

El tercer strike, y el cataclismo

de esta obra son las emociones gratuitas. Es decir, la manipulación sentimental

que maneja el director. Este nuevo Sr. Miyagi, interpretado por Jackie Chan

ofrece una sabiduría lisonjera que mezcla los mensajes de una galleta de la

fortuna, con un Yoda Región 4. Pero lo que es francamente ridículo es el

entrenamiento de Dre: un recorrido turístico por la capital china, y unas

escenas inverosímiles en la Gran Muralla. Exhibicionismo gratis, coherencia

inexistente.

Si habría algo que rescatar de la

película es el realismo con que las escenas d acción fueron filmadas (no de mi

total agrado, era como ver Street Fighter vs Matrix pero en el patio de una

primaria), pero que seguramente van a emocionar al público menor de 15 años. Si

esto sucede, sólo espero que estos niños, no crezcan con la idea de que este

karate kid, es digno rival de su antecesor.

Porque entonces, el mundo habrá

tocado fondo. Justo como este remake.