Por Oswaldo Betancourt Lozano

Jauja es una tierra mítica de abundancia y felicidad, o al menos eso dice la leyenda. Gunnar Dinesen (Viggo Mortensen) es un un danés que busca este paraíso en medio de un desierto; su hija se pierde y no será el único en tratar de encontrarla.

Ésta es la quinta película de Lisandro Alonso, quien decidió correr mayores riesgos en esta ocasión: los diálogos no abundan, el cineasta argentino coescribió la historia con el poeta Fabián Casas y fueron puntuales con el ahorro del lenguaje, el director regresa a los silencios de La libertad (2001), su ópera prima.

El público impaciente no soportará su ritmo, que raya en lo contemplativo. El paisaje asume un papel principal, es un personaje abismal e imponente que tiene un gran impacto en Dinesen. La fotografía de encuadres pulcros, con profundidad, acompañados con mínimos movimientos de cámara, valen tu boleto de cine.

Mortensen ganó, merecidamente, el Premio Fénix a Mejor Actor por esta cinta, misma que compitió en Cannes (Alonso ya es cliente frecuente del festival) y en el FICUNAM ganó el Premio Puma a Mejor Película. Sin embargo, Jauja es un drama intenso, para un público “muy específico”.