Por Carlos Arias

Son los años 60 en Polonia. Una novicia en un convento católico está apunto de tomar las órdenes como monja, pero antes deberá pasar unos días con su única pariente en el mundo: una tía jueza comunista en decadencia, una alcohólica que intenta superar su soledad con aventuras amorosas pasajeras.

Ida (2013) es una extraordinaria cinta polaca dirigida por Pawel Pawlikowski,nominada al Oscar 2015 por Mejor película extranjera y por Fotografía. Se trata de una nueva variación en torno al tema fílmico de la “pareja dispareja”, la convivencia obligada por las circunstancias entre dos seres totalmente opuestos que pasan del rechazo mutuo a la aceptación y el cariño.

La tía, llamada Wanda (Agata Kulesza), le revela a la novicia (Agata Trzebuchowska) que es judía y que su verdadero nombre no es Anna, como le habían dicho las monjas, sino Ida. A partir de allí, las diferencias de edad, de educación, políticas, morales y religiosas se ponen en primer plano, especialmente cuando ambas mujeres, tía y sobrina, emprenden un recorrido por una zona rural en busca de la tumba de los padres de Ida, dos judíos asesinados durante la Segunda Guerra Mundial.

La película es una “alegoría nacional” en torno de la convivencia de dos polonias en la posguerra: la del sistema comunista y la Polonia profunda de los judíos, los católicos y los campesinos. La jueza “trabaja” condenando a supuestos disidentes, pero a pesar de su poder, el lugar que ella ocupa en el régimen no es diferente del de una “mujerzuela”, como ella misma se define.

Ida está filmada en blanco y negro, con un estilo que la hace parecer una auténtica película de los años 60, con un ritmo narrativo que nunca es lento y que avanza con creciente tensión. Por la calidad de la imagen, la película obtuvo una nominación a los Premios de la Academia 2015 por mejor fotografía. La película muestra además juegos formales en los encuadres, que cargan de dramatismo a las escenas con el recurso de ubicar a los personajes en los bordes de la imagen, a veces casi aplastados por el paisaje o la escenografía.

La cinta parece un homenaje a la escuela fílmica de Lodz, la “nueva ola” polaca de la que salieron cineastas como Polanski, Kieslowski o Wajda, entre muchos otros. Una mezcla de vanguardia, audacia narrativa, crítica social y exploración de las conductas humanas.

Ambas mujeres llegan a conocer a la única persona que sabe el secreto de la suerte de los padres de Ida, el hombre que los escondió y los protegió hasta que fueron asesinados durante la Guerra. El tema de la película es justamente la reconstrucción de esa historia, que la modernidad comunista intentaba dejar en el olvido y que ambas mujeres deberán enfrentar juntas.

Como en la clásica historia de “pareja dispareja”, las diferencias entre Wanda e Ida no serán tan grandes y hasta podrían ser intercambiables, ya sea el Partido Comunista por el Convento, o los hábitos por el vestido negro con tacones. El final del camino obligará a ambos personajes a cuestionarse toda su vida y a tomar decisiones que serán definitivas.