El Agente K había prometido no regresar jamás a la agencia, y borró toda su memoria en cuanto a su trabajo en la misma. Pero, ¡oh, sorpresa!, resultó ser el único que podía salvar a la Tierra en la nueva misión del Agente J, así que de una u otra forma había que obligarlo a recordar.

Con una serie de pistas que se dejó a sí mismo antes de retirarse, K se entera de lo que pasa en las oficinas que abandonó y llega para revelarnos un amorío interplanetario del que fue protagonista (¡guácala!) y de sus repercusiones intergalácticas. Nos tienen dos horas viendo conceptos abaratados, copiados de la primera, que ni nos mortifican ni nos causan gracia. Muchas gracias, secuelas estúpidas.