Por Alejandro Alemán

Si

hay algo en lo que Hidalgo cumple, es justamente con lo que su título

promete: La historia jamás contada. En efecto, yo no recuerdo que en mis

clases de primaria me hayan dicho que Hidalgo, antes de ser el Padre de

la Patria, fuese también un mujeriego, bebedor, con hijos abandonados,

jugador, parrandero, amante del teatro, la ciencia, las artes y sobre

todo, bien ligador con las chamacas.

El director de esta cinta, Antonio Serrano, es el responsable de uno de los pocos blockbusters

que ha dado la cinematografía nacional: Sexo. Pudor y Lágrimas (1999).

Hoy, a once años del estreno de aquella cinta, Serrano regresa con ganas

de anotarse otro taquillazo, y tiene todos los ingredientes para

lograrlo.

Con

un gran presupuesto y el apoyo de un estudio extranjero (la 20th

Century Fox, ahí nomás), Serrano apuesta a la polémica no sólo por el

tratamiento -en apariencia "irreverente"- de una figura tan fundamental

como lo es Hidalgo, sino también por la vía de su casting. Ya en serio:

¿Es Demián Bichir el hombre ideal para representar al Padre de la

Patria?, ¿No había nadie más?

Así,

Antonio Serrano y su guionista Leo Eduardo Mendoza, nos cambian un

arquetipo por otro. De aquel Hidalgo del libro de la SEP, serio, con el

estandarte de la guadalupana, tirando gritos en Dolores y escupiendo a

cada frase letras para el bronce; a una versión un poco más cercana a

nosotros, pero nunca de carne y hueso.

Y es que el Hidalgo Bichir

hasta eso cae bien, toda vez que es imposible no identificarse con

alguien que básicamente hace lo mismo que todos nosotros hacemos los

fines de semana: irnos de fiesta, beber, cantar, cotorrear con las

chicas e intentar ligarnos a la guapa.

Hidalgo,

la película, apuesta por una estructura narrativa peligrosamente

cercana a la de las adaptaciones de héroes de comic a cine. Hidalgo,

vencido, excomulgado y a horas de ser fusilado, recuerda mediante flashbacks sus días de gloria como maestro universitario que luego es enviado – a modo de castigo- al curato de San Felipe Torres Mochas.

Como toda película de (super)héroes que se respete, Hidaldo da movie

tiene a su (super)villano: el párroco de Torres Mochas que ve en

Hidalgo a la representación misma del demonio, por lo que hará lo

necesario para destruirlo (ñaca ñaca).

Obvio, también está la chica guapa (y joven) que se enamora del Héroe.

Ana de la Reguera cumple en su papel de elemento decorativo. Se ve

tremendamente bien en esos vestidos con escote apretado de la época. Son

tales las similitudes con una cinta de superhéroes que incluso, Serrano

termina su cinta de una forma similar a Batman Begins.

Aquellos que auguraban en Hidalgo Begins un desastre (me incluyo), tendrían

que reconocer que la cinta funciona dentro de su propio juego y

estructura; es divertida, no se pierde en explicaciones o discursos

(dura apenas hora y media, qué bueno), y al menos entrega un visión más

interesante que aquella que venía en nuestros libros de la SEP.

Esta

es la cinta más comercial y más palomera de todas las del Bicentenario.

¿Podrá el padre de la Patria reventar la taquilla? Pronto lo sabremos.