Chilango

Halley

Por Roiz

Halley es la historia de Beto (Alberto Trujillo), un guardia de seguridad de un gimnasio que es un muerto viviente. En este gimnasio trabaja Chivis (Lourdes Trueba), dueña del lugar y quien no se ha percatado de la condición de Beto. Él no es específicamente un zombi: es consciente de sí mismo y no come cerebros, no ataca a las personas y es inofensivo.

Lourdes interactúa con Beto, intentando apaciguar la soledad que tiene, igual que ocurre con él.

A través de la película, Beto va pasando por un proceso de descomposición, con un maquillaje impresionate de Adam Zoller. Beto deambula en la ciudad, en el metro, en el gimnasio, sabiendo que su condición es irreversible, solo pensando en poder sentir algo.

Ésta es la parte interesante de Halley: ver el proceso de descomposición de una manera quirúrgica, vemos escenas de moscas fotografiadas con cámaras Phantom, algunas escenas (específicamente una) que harán incomodar a más de un espectador y una tragicómica en el forense, con un médico legista (Hugo Albores), que nos recordará a la escena de Daniel Giménez Cacho en Cronos y en Somos lo que hay.

En Halley vemos otros “zombis”, que son los fervientes seguidores de una iglesia cristiana. Los obsesivos con el cuerpo en el gimnasio. Los obsesionados con el trabajo. La gente que pasa indiferente en el transporte colectivo.

El género del horror se ha usado para mostrar nuestros miedos (a la muerte, a la tecnología, a las enfermedades), en Halley vemos el miedo a nuestra propia muerte a nuestra descomposición, a la soledad.

El trabajo de actuación es excelente, Alberto Truijillo sufrió un proceso de transformación que nos remite al de Christian Bale en el maquinista. Tuvo que preparse físicamente para el papel, hasta bajar 20 kilos en el proceso.

Halley es una película contemplativa, no es acción tipo The Walking Dead o World War Z. El muerto viviente es una metáfora de la vida en nuestros tiempos. Queda en el espectador descifrar el por qué del nombre de la película y en pensar en nuestra propia mortalidad.

Con esta cinta nos queda claro que debe hacerse más cine de horror en México.