Por Carlos Arias

Los adictos al sexo en Manhattan están en problemas. El sexo es fácil, las chicas son todas guapas y los anuncios de modelos en ropa interior están por todas partes. Lo mismo para las mujeres. Éste el problema que debe enfrentar el grupo de autoayuda de sexoadictos anónimos en Gracias por Compartir (Thanks for sharing, 2012), un drama en torno a una de las adicciones menos conocidas, las de aquellos que destruyen sus vidas y sus relaciones por la búsqueda permanente del agasajo erótico, en las situaciones menos indicadas.

Dirige Stuart Blumberg, un guionista que enfrenta su primera película y que parece tan consciente de tener entre manos un tema interesante que oscila sin acabar de decidirse entre los mecanismos de la comedia romántica, la comedia simple, el drama familiar “duro” o el relato aleccionador en torno de las adicciones contemporáneas.

Los personajes son hombres y mujeres que sucumben a la obsesión sexual y que platican sus historias como si fueran alcohólicos anónimos, con la consabida frase de “gracias por compartir” luego de contar sus experiencias.

La película narra los casos paralelos de tres hombres asistentes al grupo de sexoadictos, vinculados entre sí por ser “padrinos” unos de otros y por la progresiva amistad que los une. Se trata de adictos que sufren recaídas o se enfrentan a sus problemas, y los efectos que esto tiene en sus vidas y en quienes los rodean.

El protagonista es Adam (Mark Ruffalo), un profesional exitoso quien lleva cinco años de “sobriedad”, sin ver pornografía, sin prostitutas y sin invitar a salir a nadie con fines de sexo. Parece que logrará reconstruir su vida tras conocer a Phoebe (Gwyneth Paltrow), una mujer que se enfrenta al desafío de convivir con alguien para quien el sexo es un problema y tiene muy poco de sana diversión.

Otro caso es el de Neil (Josh Gad), un médico gordo que padece de “froteurismo”, la compulsión por frotarse con las chicas de minifalda en el metro y que acosa a sus colegas femeninas en la sala de emergencias. Neil deberá aprender a relacionarse con el sexo opuesto y a lidiar con una madre dominante.

El tercero es el veterano Mike (Tim Robbins), un hombre con una larga historia de adicciones que ha logrado rehacer su vida familiar con su esposa Katie (Joely Richardson), pero cuya estabilidad tambalea tras la llegada a casa de un hijo también con problemas de adicciones.

La película se presenta y se anuncia a primera vista con todos los ingredientes de la comedia romántica, con parejas que se enfrentan al reto de convivir en un mundo complicado, sin embargo la historia avanza hacia un melodrama truculento de superación personal y de adictos con problemas en busca de perdón.

Esta falta de definición en el tono narrativo termina por complicar a los personajes, y afecta sobre todo a la pareja protagónica. Nunca sabemos muy claramente cuáles son las motivaciones de Gwyneth Paltrow, a quien parece que no le explicaron claramente en qué clase se película se había metido. El resultado es que cada actor parece estar en su propia película, lo que resulta en actuaciones disparejas y los hace esquemáticos y muy poco creíbles.