Por Ira Franco

Una mujer de 58 años que no ha tirado la toalla y decide entrar a su vejez con dignidad, buscando amor en algunos salones de baile, tirándose del bungee y opinando sobre la vida política de su país, Chile. Gloria (Sebastián Lelio, 2013) es un clavado en ese capítulo de la vida donde todo es nuevo y no hay asideros posibles −aunque esta sociedad parece no darse cuenta por nuestra obsesión con la juventud.

Paulina García (Gloria) ganó este año el Oso de Plata en Berlín por la mejor actuación femenina y es un premio muy merecido pues todo el peso de la película recae en su presencia ligera, en sus gestos inmaculados que aunque maduros no tienden a lo amargo sino a la aceptación graciosa de lo inevitable. Este es el cuarto largometraje del director chileno Lelio, quien es un invitado regular a Cannes.

Este año su película ha recibido elogios de la crítica y el premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián. Aunque la crítica tuvo excesos como nombrar a Paulina García como la “Meryl Streep latina”, lo cierto es que Paulina funciona como un gran filtro para esta trama enfocada en un personaje muy poco visto en el cine: de pronto queremos ver cómo vive el sexo una sexagenaria, un nuevo noviazgo, una maternidad que deja más sentimientos de impotencia que de gozo y sobre todo el miedo a un nuevo compromiso, pues si algo que paraliza es sumar un nuevo abandono a una cadena ya muy larga.

Por fortuna no hay moralejas en esta historia: Gloria es un personaje adorable por sus reacciones impulsivas y faltas de mojigatería, interpretado por una actriz estupenda que merece muchas alfombras rojas.