El título de esta cintaganadora de la Palma de Oro es tan largo, como las tomas contemplativas, sindiálogo y místicas que nos presenta el director tailandés Apichatpong Weerasethakul . El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas es unacinta atípica, compuesta por simbolismos y una trama que sirve de pretexto pararealizar una oda a la muerte, los espíritus y los recuerdos.

Boonmee es un hombre rico queregresa a su finca, donde todos los días tiene que someterse a un molestotratamiento de diálisis de riñón, acompañado por su cuñada, su sobrino y unenfermero de Laos. Si situación es muy delicada y él lo sabe: los días de sucalendario van desapareciendo. Una noche, mientras comen aparece el espíritu desu esposa muerte desde hace más de 15 años. Ella le dice que pronto tendrá quepartir. Boonmee asiente sin mayor aflicción, pero lo más extraño es que lasopresa de ver un fantasma es nula, es más, es retratada como un buen augurio.

Pero esto no es lo más extrañode la cena. Subiendo las escaleras del comedor aparece una figura con ojos rojosy un cuerpo cubierto de pelo. Una especie de monstruo de una mala película deterror. Este "mono-fantasma" es el hijo de Boonmee que se perdió en la junglaaños atrás, y viene con una advertencia: «hay criaturas hambrientas esperandoafuera de la casa. Saben de tu condición.» Una vez más, Boonmme asiente ytodos, vivos y espíritus, comparten la mesa. Para ellos lapresencia terrenal, pasa a segundo término: lo que le da vida a una persona, esel recuerdo intacto y permanente que ha dejado en su familia.

Weerasethakul construye su historiacon una narración lineal intercalada por flashbacks, donde Boonmee -tal vez,nunca estamos seguros-, se ve a sí mismo en diferentes reencarnaciones: como unpez gato que seduce a una princesa desfigurada en una laguna. O tal vez como unbúfalo caminando entre la selva. Estas escenas cargadas de secretos, y con unafotografía contemplativa, muestran una parte de una cultura que nos es ajena,pero al mismo tiempo tan cercana: la muerte vista como el inicio de un nuevo camino,y no el final de una viaje.

De hecho el film en sí mismoes un viaje: Boonmee tiene la necesidad de morir en la cueva donde nació. Acompañadopor su familia se despide momentáneamente: saber que se verán muy pronto. Ynosotros también emprendemos un trayecto que nos lleva a contemplar una películacuya fuerza narrativa se en encuentra en su ritmo pausado: lentamente cadaescena nos carga de sentimentalismo y deja que nosotros hagamos nuestraspropias analogías y conclusiones de las escenas en donde la muerte y la vida sefusionan para recordar que la importancia de los momentos que pasamos a lado dela gente que queremos.