Hollywood se aventuró en esta idea y construyó un perfil perfecto para Norma Jeane Mortenson, quien fue renombrada ‘Marilyn Monroe’ después de varias pruebas en las que el nuevo nombre resultó atractivo fonética y visualmente. Ella sería la herramienta perfecta para regresar a las mujeres al hogar, pues las seduciría con su estilo de vida y con el deseo que provocaría en los hombres con su sensualidad, haciendo que todas aspiren a ser ella.

El feminismo, entonces, empezó a acumular razones por las cuales luchar. Muchas mujeres fueron convencidas y se avocaron de nuevo a las recetas de cocina, pero otras se percataron de lo sucedido y comenzaron un camino de protesta que desembocaría en la revolución sexual en la década de los 70 (y que hoy continúa siendo vigente).

Las películas que Marilyn protagonizó tienen metas claras y contundentes, éstas se pueden deducir, incluso, desde sus títulos. Los caballeros las prefieren rubias (1953) y Cómo atrapar a un millonario (1953) son los mejores ejemplos, y dieron lecciones que la industria del cine de EU nunca olvidará.

Los comportamientos sociales, las aspiraciones, el consumo en masa y las ideologías podían ser guiadas a partir de los productos que Hollywood producía; el cine comercial se convirtió en una herramienta más para publicitar, posicionar marcas y expandir ideologías. Esto es lo que vemos ahora.

Con décadas de prueba y error, Hollywood hoy representa una de las industrias más grandes en Estados Unidos. Las inversiones multimillonarias en cada producción se justifican con las aún mayores retribuciones, y todo mientras se propaga un estilo de vida que beneficia a su economía.

Así pues, Marilyn no sólo fue una intérprete bonita ni curvas muy pronunciadas. Con ella se consolidó un sistema de estrellas del cine (star system), un negocio de nombres, marcas y metas de configuración social y posturas políticas que, al día de hoy, funciona en nosotros sin que nos demos cuenta del todo.