Por Carlos Arias

Las aventuras de un chico americano metido “donde no debe”, en países del tercer mundo, son casi todo un género en el cine destinado al mercado de EU. Ya le pasó Leo di Caprio en La Playa (2000), también le ocurrió a Justin Timberlake en Apuesta Máxima (Runner runner, 2013). Ahora le toca el turno a Josh Hutcherson. El actor juvenil, famoso por su papel de Peeta en Los juegos del hambre, aparece como un chico bienintencionado que termina envuelto en una historia criminal en un paraíso tropical que, visto desde dentro, resulta ser un infierno.

La película, dirigida por el italiano Andrea Di Stefano, se trata de una nueva incursión cinematográfica en el imperio de Pablo Escobar Gaviria, interpretado por el puertorriqueño Benincio del Toro, quien construye un personaje a su medida, mezcla de jefe de la “familia”, benefactor popular y asesino despiadado, planos que el actor dibuja como personalidades opuestas y sumultáneas, a la manera de Marlon Brando en El Padrino.

Pero el protagonista en realidad es Josh Hutcherson, quien personifica a Nick, un despreocupado surfista que llega desde Canadá para visitar a su hermano y su esposa en las playas de Colombia. Ahí Nick se enamora y se pone de novio con una chica local, Maria (la española Claudia Traisac), una guapa lugareña quien resulta ser nada menos que la sobrina favorita de Pablo Escobar, el mayor narcotraficante colombiano.

A pesar de que la película lleva el nombre de Escobar en el título, el argumento se centra sobre todo en el personaje ficticio de Nick, en su progresiva entrada al círculo del poder, hasta terminar envuelto en el mundo de crimen y aparentemente asesinar a un campesino local cumpliendo órdenes del jefe.

Para las fans de Josh “Peeta” Hutcherson, éste aparece tan encantador e inocente como siempre, en una historia de amor con la guapa sobrina del jefe narco, como una incursión en el mundo íntimo de la “familia”, pero también con las dosis de historia romántica que hacen atractiva a la historia, maś allá de las balas o de los matones armados con cuernos de chivo.

Dirige Andre di Stefano, un actor italiano que con esta película hace su debut como realizador. Di Stefano tiene claro cómo se desarrolla la historia de Escobar. Un narco, como sabemos, no es solamente un mafioso metido en una fortaleza fumando un habano, es ante todo un personaje vinculado al poder, un cacique local involucrado en la política, en los negocios y aliado del aparato estatal. Así ocurre en la Colombia de los años 80 y 90 y así lo muestra la película.

La película inicia en el momento en que Escobar es convencido de entregarse para pasar un tiempo en la cárcel, por lo cual encarga su imperio a un grupo de lugartemientes, entre los cuales se encuentra Nick, su yerno miembro de la familia. A partir de ahí la narración emprende un regreso en el tiempo al momento en que Nick llega al país y entra poco a poco al círculo del poder.

Pero antes que un análisis sobre el fenómeno del narco, la película se presenta como una cinta de acción, un thriller del género de gángsters en torno de la aventura de Nick, que se deriva en una historia de amor y a un enfrentamiento a muerte con Escobar.