Por Carlos Arias

Los vientos huracanados atacan sin piedad en una amplia zona de Estados Unidos. Esto ya lo vimos en la excelente Tornado (Twister, 1996), dirigida por el holandés Jan de Bont. Ahora el clima empeora. Los tornados vuelven redoblados y con más fuerza con En el tornado (Into the storm, 2014), dirigida Steven Quale. Por supuesto, lo que se suma en espectacularidad y en efectos especiales no significa que aumente a la par en calidad de la película.

En aquella película la aventura de acción se mezclaba con la historia emocional de los personajes, con el componente extra de una ruda competencia entre dos grupos de científicos que luchaban entre sí por la gloria de estudiar a los tornados con nuevas tecnologías. Aquí la historia se convierte en un show interminable de efectos especiales, salvadas por un pelo y destrucción como principal atractivo. Mientras que Tornado estaba dentro del cine de aventuras, esta otra se queda en el género de desastres, con mezcla entre diversos episodios de gente en peligro, adolescentes que salen volando con todo y coche, lo mismo que aviones jumbo o camiones, y héroes para salvar a los más débiles cuando se encuentran a milímetros de la muerte.

Como consecuencia del calentamiento global, este año la temporada de tornados ha generado un mega fenómeno climático con desastres nunca antes vistos. Un grupo de cazadores de tormentas viaja para verlos de cerca. En la ciudad de Silverstone ocurre la peor desgracia y hacia allí se dirige el grupo de los “Storm chasers” decididos a realizar un documental, encabezados por Pete (Matt Walsh), quienes avanzan ¡en un tanque a prueba de tornados! Entretanto, la gente del pueblo trata de escapar de las tormentas, mientras que un profesor de secundaria (Richard Armitage) debe luchar para salvar a su hijo.

Tal parece que la idea del realizador Steven Quale era subir al espectador en una montaña rusa, sin embargo, por más ruidos y efectos especiales que ponga sobre la mesa, no consigue involucrar al espectador, quizá porque no hay un componente emotivo que sea deveras fuerte. Muchos personajes, muchas situaciones, pero ninguna de ellas logra ir más allá de la sorpresa o del shock visual. ¿Funciona como entretenimiento? Quizás sí, a condición de que no se le exija demasiado y que el espectador suspenda la incredulidad, o que la entierre a niveles muy profundos para que no se la lleve el viento.