Por Carlos Arias

Disney se rinde un homenaje a sí mismo. La compañía más poderosa de la industria del cine, dueña de un “sello” tan inconfundible como la Coca-cola, produce una película de ficción que tiene como protagonista a su creador e ícono, Walt Disney.

Solamente ver una película sobre Disney ya es interesante, pero El Sueño de Walt (Saving Mr. Banks, 2013) va todavía más allá y resulta una grata sorpresa. El resultado es un melodrama efectivo, que se destaca por las actuaciones de la pareja Tom Hanks y Emma Thompson, sin faltar una reflexión en torno de la “fórmula del éxito” del creador del ratón Mickey.

La película, dirigida por John Lee Hancock, narra la anécdota en torno del proceso de realización de Mary Poppins (1964), el musical que marcó el punto más alto de las súper producciones de Disney mientras éste vivía, una película que muestra el estilo, la ideología, los efectos y los defectos de la compañía y su creador.

El señor Disney (Tom Hanks) quiere complacer a sus hijas, quienes le han pedido realizar una adaptación de una popular serie de novelas sobre una niñera mágica, capaz de volar con su paraguas sobre el Londres de la era victoriana. Sin embargo, hace 20 años que la autora de las novelas, T. L. Travers (Emma Thompson), se niega a venderle los derechos a Disney. Sus motivos parecen ser estéticos. Ella se ha convertido en una celebridad literaria, por ello una versión de Disney resultaría demasiado vulgar y ella está segura de que traicionaría el espíritu de su personaje.

Sin embargo, presionada por sus dificultades económicas, Travers accede a viajar a los estudios Disney de Burbank, California, para negociar con Walt Disney la adaptación de sus novelas y para trabajar como supervisora del guión.

La presencia de la autora desencadenará un enfrentamiento con Disney. Ella es demasiado cascarrabias y él es demasiado astuto. La confrontación que se convierte en el tema de la cinta, en la cual se desnudan los procedimientos creativos, los trucos y hasta las armas poco honorables del viejo Walt para seducir a su público.

A pesar de estar producido por los mismos estudios Walt Disney Productions, la película es capaz de darle la vuelta al personaje de Disney y reflexionar sobre cómo funcionan las cosas en Disneylandia.La idea es que no importa qué tanto critiques su estética, al final no podrás contener alguna lágrima cuando caigas en manos del bueno de Walt, con su mezcla de moralina, melodrama, personajes infantiles y algún toque de perversidad, aunque eso sí… ¡nada de sexo!

La película consigue convertirse en un divertido retrato de la industria del cine en la época de apogeo de los grandes estudios. Quizá el único detalle en contra sean los largos flashbacks que narran la infancia de Travers y la dura relación de ésta con su padre alcohólico (Colin Farrell), como una clave psicológica no siempre necesaria para entender la anécdota.