Chilango

El secreto de sus ojos

Por: Josué Corro

El cine, el buen cine está
construido por capas que poco se van desmenuzando y deja como resultado una
pequeña joya.  Este proceso no es
sencillo, no es fácil poder despellejar la condición humana y dejarla
vulnerable en la butaca,
con la manos sudada y una sonrisa cardiaca en el
rostro.

Pero El secreto de sus ojos, lo logra. Esta cinta es una especie de film noir-
romance – venganza, que al mezclar estos géneros, logra que no sólo nos
interese la historia de un crimen sin resolver, sino que somos parte del universo que ha creado el director Juan José Campanella. Gracias al
ritmo que le imprime a sus cinta, nos golpea el estómago y nos aprieta el
corazón: los diálogos son naturales y cargan con la consigna de ser el eje
narrativo de la cinta
; las escenas de los flashbacks jamás se ven forzadas y
nunca confunden con brincos entre el pasado y el futuro; pero el punto
primordial es la sensibilidad con que trata un asesinato y la injusticia: desde
un punto de vista catártico para que un hombre defina a través de este dolor,
la dirección de su vida.

Y esto, la tragedia como
antecedente a la felicidad, es una de las mayores constantes en el cine de Juan
José Campanella (el director argentino más reconocido en los últimos diez
años).
Este cineasta ha creado personajes que tocan fondo para renacer. En esta
ocasión, el turno es para Benjamín Esposito, un agente retirado que sigue sin
olvidar un caso que no pudo cerrar hace 25 años: el asesinato de una joven en
Buenos Aires. Ahora que ya no tiene que trabajar, ha decidido hacer justicia a
su modo, gracias a una novela donde intenta recrear los hechos no como
sucedieron, sino como los recuerda.

Campanella y Esposito (Ricardo Darín, su actor
fetiche) narra aquel año 1974 donde sucedieron los hechos, y sobretodo su
relación platónica con al Doctora Menéndez -su jefa-, así como la investigación
para hallar al asesino. Esta parte termina en una de las escenas más
impresionante que se han visto en cine latinoamericano: una toma aérea del
estadio de Racing Club, que culmina en una persecución espectacular en el
terreno de juego.
Este elemento técnico, queda en segundo plano, cuando el film
se encamina hacia su desenlace, y las capas comienzan a caer. Descubrimos que el secreto no está en los ojos, sino en lo que percibimos a través de ellos: la forma de hallar paz, gracias al recuerdo.