Chilango

El prodigio

Por Luis Lara

Si se trata de drama, la historia de Li Cunxin lo tiene en abundancia. Hijo de un campesino, se convirtió en una estrella de ballet, no sin antes provocar un enfrentamiento diplomático después de su deserción en 1981 de China hacia los Estados Unidos. En El prodigio, la adaptación cinematográfica de su autobiografía, esa historia se manifiesta muy vivamente en la pantalla. Su director, Bruce Beresford maneja perfectamente el efectismo y sabe como estrujar, tanto que el final es previsiblemente lacrimógeno y llenó de clichés.

Muchos de los defectos debemos agradecérselos al guionista Jan Sardi (“Shine”) quien simplifica los acontecimientos, moviéndose entre la crianza de Li en la China maoísta y su llegada a los Estados Unidos. El papel principal está ocupado por un prácticamente desconocido, al menos para nosotros, Chi Cao, director del Birmingham Royal Ballet, quien es, él sí un prodigio de la danza. Además su papel como un niño del campo desconcertado por los excesos cotidianos del capitalismo estadounidense es realmente destacable. Li, su personaje, crece bajo la tutela del director artístico Ben Stevenson, interpretado por Bruce Greenwood, quien también destaca en una película caracterizada por las ambigüedades en donde se rescata principalmente un asunto de corte racial que ése sí es una metáfora de la aceptación gringa de la gente del exterior.