Por: Juan Meneses

La cuestión de adaptar videojuegos a la pantalla de cine ha resultado una tarea difícil por lo general. Hay ejempos de sobra: Tomb Rider, Doom, Silent Hill, y la lista sigue. Partamos

del hecho de que la industria de los vjs es equiparable en cuestión de

ganancias a la maquinaria hollywoodense. Esto permite que los programadores

hagan importantes avances en el desarrollo de historias y

gráficos. Sumémosle la interactividad y la adrenalina que conlleva controlar tu

propia película.

Ahora, quitémosle todo eso… pongamos a un actor famoso pero

imperfecto (Jake Gyllenhaal), vamos, es un hombre mortal no un conjunto de bits

programados, algunos efectos especiales, locaciones imposibles y resumamos una

historia de más de ocho horas en dos. El presupuesto se acabó, bájenle dos rayitas

a los efectos, tomemos un machote de guión con varias escenas de acción, un

personaje chistoso y un final sorprendente. Vaya lío.

El Príncipe de Persia

no es una película indispensable para la cava de un cinéfilo pero seguramente

llenará de emociones, las suficientes, a todo aquel que busque su dosis anual de

blockbuster veraniego. La historia del mendigo que se convierte en príncipe es

un clásico infalible y con un par de peleas monumentales no tiene pierde. A

pesar del reto El príncipe de Persia

sale bien librado, no más.

Vayan, vayan a verla, después de un par de fines de semana

de escasez cinematográfica parece que ya viene lo bueno, ojalá la espera no continúe

hasta agosto, cuando la ola de películas oscareables tome su turno.