Por Josué Corro

La obra másinteresante de un artista no siempre está plasmada en lienzos, muros o en hojasde papel; su verdadera pasión está a puertas cerradas y en su dormitorio, en lamujer; la musa capaz de provocar trabajos monumentales… o incluso afectar lahistoria de un país.

En El mural, del director argentino HéctorOlivera, los grandes nombres que habitan Buenos Aires de los años 30, son losprotagonistas y nos cuenta la historia de cómo David Alfaro Siqueiros (BrunoBichir) y Natalio Botana (Luis Machín), dueño del diario Crítica y unos de los hombres más ricosy poderos del país; se vuelven títeres sentimentales de Blanca Luz Brum (Carla Peterson) la entoncesesposa del muralista mexicano y después amante de Botana.

La cinta trazauna lucha entre dos hombres, tan diferentes en actitud como en principios.Siqueiros es un revolucionario verborréico, contratado por Botana para realizaruna obra en una de sus fincas, Brum es la modelo; pero el conflicto va más alláde los sentimientos por una misma mujer, ambos plantean una visión para elfuturo de América Latina: el arte y la estabilidad (o mejor dicho,inestabilidad) política, serán las banderas con que el continente se dará aconocer al mundo.

Olivera tiene un buen oficio para la confección dedramas históricos (no por nada su Patagoníarebelde, es una de la mejores cintas argentinas de todos los tiempos). Sabecómo encontrar un balance entre y el talento de sus actores y una producciónfastuosa -algo que por ejemplo, El atentado, aquí en México nunca logró-: como en cualquier obra de arte, el elemento técnico y humano van ligados. Y siempre teniendo a una mujer como inspiración.