Por Carlos Arias

El Globo de la muerte, la prueba acrobática en la que tres motociclistas se encierran a correr en sus motos en una esfera de acero, sirve de puerta de entrada para El lugar donde todo termina (The Place Beyond the pines, 2012), una mezcla entre cine de acción, thriller policiaco y drama familiar.

Del mismo modo en que los motociclistas giran dentro del Globo de la muerte, diversas historias se entrecruzan en episodios de vida o muerte, a lo largo de más de 2 horas en una película con personajes que parecen atrapados en sus propias historias, sin escape posible.

Luke (Ryan Gosling), un experto motociclista acrobático, y Romina (Eva Mendes), una chica del pueblo de Schenectady (Nueva York), se dicen adiós después de lo que parece haber sido sólo una aventura amorosa sin consecuencias. Sin embargo, cuando Luke regrese al pueblo un año después, descubrirá que Rosario ha tenido un hijo suyo.

Luke tratará de enmendar su vida de vagabundo para formar una familia, sin embargo Romina ya ha establecido una relación con otro hombre y duda en dejarlo todo para seguir al padre de su hijo, con malas perspectivas económicas y de carácter imprevisible.

La historia sufre un vuelco cuando Luke intenta salir adelante involucrándose en asaltos a bancos, para lo cual utiliza sus habilidades con la moto. Su breve carrera delictiva pone a la policía tras sus pasos y lo llevará a un enfrentamiento con el oficial Avery Cross (Bradley Cooper).

Cross enfrenta decisiones personales similares a las de Luke, él también tiene un hijo de un año y está atrapado en una red de corrupción policial encabezada por el policía veterano Deluca (Ray Liotta).

A partir de allí, la película ofrece una historia sobre las relaciones entre padres e hijos, las decisiones éticas y la libertad de elección, en una trama que avanza revisando las conductas de cada uno de sus personajes. La historia llega hasta 15 años después, cuando los hijos del ladrón y policía se encuentren en la adolescencia para resolver el conflicto ofrecer un epílogo.

El director Derek Cianfrance ya había trabajado con Gosling en la exitosa Blue Valentine (2010), otro relato de relaciones tormentosas, en tanto que Gosling interpretó a un stunt de autos deportivos al filo de lo criminal en Drive (2011).

Esta vez la cinta salta entre diversas historias de vida, con lo que cambia continuamente de personajes protagónicos y agrega diversas subtramas que no terminan de resolverse. La cinta recurre a no pocos golpes bajos y truculencias emotivas, aunque a fin de cuentas resulta un efectivo drama cuyo mayor mérito es la capacidad del directorCianfrance para generar situaciones creíbles.