Por: Hugo A. Juárez

Wong Kar-wai es un artista en toda la extensión de la palabra, y como tal, es obsesivo, detallista, expresivo y muy temperamental. Basta ver cualquiera de sus películas para darse cuenta de ello, y The Grandmaster no es la excepción.

Pero a pesar de que su filmografía ha permanecido con estabilidad en los más grandes honores del cine, en The Grandmaster nos da varias sorpresas. La mayor es, sin duda, su genial y única aproximación al cine de artes marciales. Y es que en los primeros minutos de la cinta, uno no pensaría que está viendo una película de Kar-wai.

El autor de esta crítica tiene una teoría particular: cualquier director oriental que tenga cierta notoriedad, o está en vías de obtenerla, debe dirigir una película de artes marciales por lo menos una vez en su vida. A su estilo, claro, pero de artes marciales. Como si fuera una “manda” o un estigma del cine oriental, así debe ser.

En el caso de Kar-wai, esta “manda” llegó tras casi 5 largos años de producción, que una vez que ves la película entiendes.

The Grandmaster es la historia del maestro de Bruce Lee, Ip Man, a quien seguimos a lo largo de varios episodios de su vida: desde su acomodada vida en la ciudad de Foshan, hasta su declive por la irrupción de la Guerra Sino-Japonesa, su desgracia personal y su encuentro con Gong Er, la hija del gran maestro del norte de China, Gong Yutian.

Gong Yutian decide retirarse un día dejando como su sucesor en el norte a Ma San, pero también concede al sur su propio heredero, por lo que comienza su búsqueda. Los practicantes de artes marciales del sur eligen a Ip Man para que desafíe al gran maestro Yutian. Si vence, entonces será un digno sucesor. Su hija, Gong Er, se opone a que se enfrente con un peleador tan joven e indigno como Ip Man, pero Gong Yutian insiste en que su tiempo ha llegado.

Es así como comienza esta serie de eventos en los que nosotros como espectadores brincamos de uno en uno, primero al pasado, luego al futuro y de regreso, siguiendo los andares de Ip Man, quien a momentos deja de ser el protagonista de la historia para enfocarnos en Gong Er, y otros personajes que, dicho sea de paso, son introducidos en la historia pero no terminan de consolidarse, como “La Navaja” Yixiantian.

Fuera de este detalle, The Grandmaster es una obra de arte de inicio a fin. Fiel a su estilo, Wong Kar-wai logra imprimirle poesía y narrativa a cada uno de los movimientos violentos de los actores, ya sea en cámara lenta o a velocidad normal.

Pero no sólo eso: cada escena es una pintura, a veces estática y otras en movimiento, artesanalmente construida, con pincelazos minúsculos para conformar las figuras que vemos. La fotografía, la luz que se cuela entre los espacios, los efectos climáticos (nieve, lluvia, calor), el color (la sangre), la edición, los movimientos de cámara, los close ups, los paisajes, los vestuarios… Cada cuadro de The Grandmaster es parte de una sinfonía exquisita, de un ritmo donde la coreografía de los actores es simplemente una nota más

Si a esto le agregamos los diálogos plagados de filosofía y reflexiones, mientras los actores caminan pausadamente por los escenarios, o los momentos de silencio donde sólo la música clásica suena, estamos ante una experiencia audiovisual imperdible.

Es abrumador pensar en todos los detalles que maquinó la mente de este cineasta para lograr consolidar esta gran película, así que lo más recomendable es dejarse llevar por sus sellos característicos que, al inicio parecía que no, pero sí logró imprimir en su película de artes marciales: sensualidad, seducción, exquisitez, expresionismo, narración elíptica, melancolía, humor exquisito, atención extraminuciosa a cada detalle y cadencia.

Está de más entonces decir que The Grandmaster no es la típica película de artes marciales: por supuesto que hay coreografías espectaculares, pero quedan en segundo lugar detrás de las pinturas cinematográficas que minuciosamente Wong Kar-wai elaboró cuadro a cuadro y de los parlamentos llenos de sensualidad y solemnidad hacia las tradiciones chinas. En la segunda mitad de la película deberás olvidarte de la exquisita violencia estilizada para dar paso a la reflexión y a la nostalgia al 100%

De todos sus méritos, Wong Kar-wai tiene uno particularmente grande en The Grandmaster: el haber sabido combinar lo clásico de las películas de artes marciales con su sello personal. ¿Aprecias el buen cine? Debes ver The Grandmaster.