Si la vemos como una película separada de toda referencia posiblemente nos aburra, sobre todo durante los primeros 30 minutos, donde al director se le nota lo verde para eso del ritmo cinematográfico. Pero verla así sería un error: The Spirit, la primera cinta dirigida por el ya famoso comiquero Frank Miller, es una bolsita llena de dulces referentes pop -desde el film noir hasta las caricaturas del Coyote y el Correcaminos-, de esas en las que mientras más se indaga más se disfruta.

Los clavados del cómic te darán de zapes si no sabes, por ejemplo, que el autor de The Spirit concibió un superhéroe de clase media, medio cínico, enamorado de los escotes femeninos, pero ante todo de una ciudad (una extraña obsesión para aquellos bucólicos años 40) cuya única razón para portar esa ridícula mascarita es que a Will le pidieron apegarse al look and feel del superhéroe normal. Los editores, todavía en su papel de hacer cuentitos para escuincles no tenían idea que estaban hablando con Will Eisner, quien por esas fechas estaba a punto de acuñar, de su ronquísimo y sabio pecho, el término novela gráfica. Ahí nomás.

De regreso a la peli, hay cosas que apuntar de Frank Miller, este cineasta que ahora curiosamente escoge lavar, (es decir dirigir) cómic ajeno y no propio. Cualquier otro hubiera sido considerado un sacrílego por pensar siquiera en hacer The Spirit, pero Miller, hay que decirlo, se ganó a pulso ese derecho: no parece haber ningún nerd en el medio de los cómics tan talentoso como Miller, ni un fan más dedicado del mister-we-all-love-you Will Eisner -recordemos que el equivalente al premio Oscar para la industria del cómic se llama el Eisner-. Poco después de la muerte de este ícono de los cómics en 2005, Miller publicó un libro de entrevistas con el octogenario Eisner, equivalente al que Truffaut le hizo a Hitchcock en su tiempo. Nerds talentosos donde los haya, tanto Truffaut como Miller seguramente buscaban en esas conversaciones la fórmula secreta, el elixir de la genialidad. No sabemos si obtuvieron lo que buscaban, pero en Frank la película The Spirit puede verse también como la aceptación inconsciente de un tope; a la vez maestro, padre creativo y límite, Eisner es la valla que Miller siempre ha querido saltar.

Por eso hay que releer las novelas de Eisner. Allí hay claves para entender a Miller y de paso entender la historia del arte secuencial. A The Spirit la van a medir a partir de Sin City (Rodríguez, 2005) o de 300 (Snyder, 2007), incluso de su novela gráfica más famosa (The Dark Night Returns, DC Comics, 1986) pero quizás deberíamos medirla desde donde Miller quiso: desde la adorable memoria de Will Eisner.