Silvester Stallone tuvo su momento; Schwarzenegger, también; Steven Seagal y

Jean Claude Van Damme ardieron en la flama de su tiempo, pero hoy, en lo que

respecta a acción, aventura y explosiones triviales, el momento pertenece a

Jason Statham, el rey. Hasta la fecha, cada una de las películas que ha

protagonizado merecen ser vistas por grupos de hombres sudorosos, entre cerveza

y pizzas un domingo por la tarde… y The Mechanic no es la excepción.

La historia, trillada como resulta, es aún entretenida: Arthur Bishop (Statham)

es un asesino a sueldo, el mejor de su calaña, un mercenario silencioso, exacto

y detallado. Todo es perfección y logística precisa en su mundo, hasta que su

amigo y mentor Harry (Dondald Suderland) es asesinado. El hijo de Harry, Steve

(Ben Foster), se une a Arthur y mientras aprende el "oficio" busca a la par su

propia venganza. De ahí en adelante las muertes de sus enemigos dejan de ser

sigilosas y todo se convierte en un circo de violencia y secuencias de acción

muy bien llevadas por el director Simon West, que aunque abusa de la velocidad

de sus escenas, comprende que las cintas de acción se basan firmemente en una

historia interesante, incluyente y veraz.

Es aquí donde esta película se levanta, ya que la fórmula de aventura se ha

repetido hasta el cansancio, pero las pausas exactas que da la película para

apreciar a los personajes como humanos redondos y complejos -y no como asesinos

unidimensionales-, junto con el carisma innegable de Statham, forman lo que

finalmente es la única receta que funciona en este tipo de cine: acción +

corazón + nivel alto de "jaladez"= clásico masculino.

Eso es: un tributo a los "dudes", los "mans", la testosterona y los "bros". Es

una película bien hecha, de calidad y con una base sólida en su narrativa,

finalmente un largometraje que cumple, tanto que podrías ir con tu novia, tu

hermana o tu mamá. Pero mejor no lo hagas.