Chilango

El discurso del Rey

Por Josue Corro

El trailer lo dice todo: busca en el
diccionario el adjetivo "Oscareable" y seguramente verás el poster de esta cinta
y todos los estatutos que cautivan a la Academia: biopic sobre un personaje
histórico, impedimentos físicos, superación personal, grandes actuaciones y
todo esta neblina característica de la Realiza Británica.

Sí, El discurso del Rey sigue al pie de la letra estos clichés, pero al ver a Firth y Rush en
la pantalla vas a olvidar los prejuicios hollywoodenses y simplemente te vas a
dejar cautivar
por una historia donde los títulos
nobiliarios son un mero adorno que se ven en segundo plano.

Tom Hooper, quien en su corta carrera se ha
encargado de lograr un balance riguroso entre la realidad y ficción -ha
realizado biografías sobre un director técnico de futbol, un presidente norteamericano
y la Reina Isabel-, supo cómo manejar esta historia con un matiz universal y
bajo normas de libros de teoría fílmica: primer acto: sabemos que el Rey Jorge
VI es tartamudo; segundo acto: conoce a un doctor, Lionel Logue, con métodos bizarros; tercer
acto: pone a prueba su aprendizaje frente a su mayor reto… el discurso al
pueblo inglés cuando deciden declararle la guerra a la Alemania de Hitler.

Claro que el film tiene sus toques sentimentales y que manipulan el espectador
gracias al manejo de la música y la actuación lacrimógena de Firth; pero la
cinta va más allá… es una fábula sobre la amistad, o mejor dicho, sobre la
soledad que puede sentir la persona más importante de un Imperio.

Hooper no es responsable directo de la belleza
de esta obra, ni tampoco lo es el espectacular elenco de reparto encabezado por
Geoffrey Rush, un terapeuta australiano que tutea a Su Majestad y funge como un Freud
personal para el Rey… no, un porcentaje debe recaer en el guión de Davie Siedler
-quien también sufrió de este trastorno de lenguaje-, un escritor que llevó su
investigación a terrenos de estética dialéctica y el desarrollo de una amistad
entre dos hombres opuestos y al mismo tiempo necesarios para balancear su
existencia.

Esta relación entre el Rey y su
doctor, encarrila el motor narrativo del film: a diferencia de todos los especialistas,
a Logue no le importa el tamaño del diafragma, o la fuerza del esófago, él
quiere saber el pasado de el Rey, el momento en que inició a tartamudear. A
través de una confianza paulatina conocemos episodios oscuros y las circunstancias
psicológicas que forjaron el carácter de Jorge VI. Al final, no te importa si
él es capaz de dar su discurso patriota… la mayor preocupación es
saber si el Rey olvidará la cuna de oro donde nació, y puede llamar a una
persona "amigo", por primera vez en su vida.

Sin duda, El discurso del Rey es una de las
mejores biografías históricas en años, y la actuación de Firth, va más allá del
Oscar: será recordada en décadas. Y eso vale más que cualquier premio.